Por la Ruta del aguilucho Bonaparte

Por Cinthia Oviedo. Especialista de la Dirección de Gestión Cultural

Esta vez el Museo Napoleónico fue el escenario, el pasado martes, para develar una historia singular y poco conocida; a través de la Ruta Presencia infantil en los museos, parte de la propuesta del programa de Rutas y Andares de este verano 2017. En esta oportunidad, casi un centenar de visitantes primeramente apreciaron la imponente arquitectura del lugar, casa con un diseñó en recordación a los palacios del Renacimiento italiano. Así, se dio paso a una magistral y atractiva exposición de los guías, sobre la vida de un Napoleón común, humano, deseoso de una progenie y su posterior estirpe.

Napoleón, en el afán de asegurar el bienestar y estabilidad de Francia; además de extender su dinastía, asegurar su descendencia y por razones de Estado, debía tener un hijo de una descendiente de reyes. Su amantísima Josefina era infértil. Con gran pesar, se divorció de mutuo acuerdo luego de 14 años de un infecundo matrimonio. Tan solo 4 meses después, no dudó y tomó como esposa, a la noble austríaca María Luisa de Habsburgo-Lorena, hija de los Emperadores de Austria, Francisco I y María Teresa y sobrina nieta de María Antonieta, la reina guillotinada. -Me casé con un vientre, un vientre joven y fértil-, decía Napoleón. Aquella joven solo contaba con 19 años y Napoleón 41.

Los guías nos transportaron hacia el siglo XIX, hasta llegar a la corta vida del que fuera el hijo del Águila, como apodaron a Napoleón, los propagandistas napoleónicos, El Aguilucho: Napoleón Francisco José Carlos Bonaparte. Napoleón por su padre, Francisco, un cumplido a su abuelo materno el Emperador de Austria, José, quien era el hermano mayor de Napoleón y Carlos en honor a su abuelo paterno, todo un guiño amoroso por parte de Napoleón.

Nacido el 20 de marzo de 1811, el aguilucho, originario de un matrimonio estratégico.  Vio la luz dentro de una familia que lo amaba, principalmente su padre, ávido de tener un heredero que consolidara un imperio. Desde la cuna, ya ostentaba varios títulos: Napoleón II o Rey de Roma para los franceses, Duque de Reichstadt o Franz para los austríacos, príncipe de Venecia, Príncipe de Parma, entre otros. El aguilucho, ya había nacido con un signo trágico. Nació aparentemente muerto, un soplo de vida, luego de 6 minutos, dio luz a un inquieto padre, que ya tenía decidido salvar a la madre en caso de grandes complicaciones. Luego de varios minutos de total tensión y uso de instrumental, el bebé águila lloró, tal alegría fue la de Napoleón que ordenó la emisión de 100 salvas por ser varón (y 21 si era niña). También, dio órdenes a las plazas de armas y puertos para que se disparasen las mismas salvas de artillería y se engalanasen las armadas.

Más, por desgracia, poco duró su avatar por el mundo, por los vaivenes de una tensa Europa, destinada a desmoronarse luego de una alianza estratégica con la princesa Sofía, muere de tuberculosis a la pronta edad de 21 años. Solo quedaron como testigos de su corta historia, pinturas, cuadros, juguetes suerte de miniaturas de guerra, sublimes imágenes de la época, que traspolaron a los Andantes, hasta la convulsa vida del Águila y su Aguilucho, un personaje, que en palabras de la guía, se conoce no por lo que hizo, sino por lo que se esperaba que hiciera, de hecho simplemente soñó.

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