Pintura mural decorativa colonial en La Habana Vieja

Por Lic. Jorge Orta Figuera

Tradicionalmente la pintura mural se ha utilizado en los interiores de edificios públicos y privados abordando temas religiosos, históricos, alegóricos, patrióticos significativos para el público o con meras pretensiones decorativas. Entre las técnicas de pintura mural se pueden mencionar: la encáustica, el fresco, el óleo, el temple, pintura a la cal, los esgrafiados, pintura al silicato, pintura acrílica y los esmaltes de cerámica al fuego, así como la fotografía que participan en la composición de muchos murales modernos.

 

 

 

 

En el ámbito de la restauración conservación de la Pintura Mural en La Habana, específicamente en acciones encaminadas a la ejecución de inventarios, la Sección Mural contempla las manifestaciones tradicionales de este universo e incluye los graffitis y las escrituras. Entiéndase como manifestaciones las expresiones en paramentos de la arquitectura y/o de la urbe con fines específicos que las diferencian entre sí. De este modo se estableció en 2005, desde el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, Ministerio de Cultura, la siguiente clasificación: Decoración Mural, Pintura Mural, Escultopintura, Mosaico, Cerámica, Graffiti, y Escritura. Esta clasificación, según la especialista Elisa Serrano “…responde a un ajuste de las realidades formales, espirituales y técnicas de los murales en Cuba, integrados a la arquitectura y espacios urbanos, y al necesario alcance ampliado para su estudio, inventario, y conservación.”

Se presta a mucha confusión, debido a la ambigüedad del asunto, las definiciones de dos manifestaciones murales con caracteres similares: la pintura mural y la pintura mural decorativa. Además del común denominador que las incluyen como obras murales, dado el emplazamiento en un elemento de la arquitectura, presentan afinidades respecto al empleo de las técnicas de ejecución: el fresco, a la cal, al temple, la encáustica, al óleo, al silicato, etc. También pueden suceder situaciones que generan ambigüedad: algunos casos de pinturas murales expresando una vocación por la decoración de determinados ambientes y otros de pintura mural decorativa compartiendo espacios con la pintura mural, ya sea enmarcando la primera a la segunda o formando ambas un mismo conjunto pictórico.

¿Cuáles aspectos hacen la diferencia?
La pintura mural aborda en su contenido temático determinado género pictórico: retrato, paisajes, pintura religiosa, pintura mitológica, pintura histórica, pintura anecdótica, pintura escenográfica (representación virtual de un espacio arquitectónico o trampantojo), etc. En la pintura mural decorativa, en ocasiones, se manifiestan en los objetos de decoración determinados símbolos y alegorías: signos religiosos, mitológicos, de identidad, etc.
La pintura mural abarca un espacio específico con un único sistema de composición. En la pintura mural decorativa los elementos decorativos de la composición se repiten reiteradas veces (en ocasiones se emplea una plantilla) y cuando no dispone de elementos repetitivos la composición se comporta de manera lineal.

La pintura mural por lo general tiene un carácter de obra de autor y la pintura mural decorativa es anónima.
Sobre el aspecto del color, en el contexto urbano, no existen evidencias que manifiesten la presencia de materiales pictóricos sobre las primitivas viviendas de la ciudad; los posibles primeros vestigios de pintura encontrados en construcciones datan del siglo XVII, según estudios estratigráficos realizados por un equipo multidisciplinario del departamento de investigaciones perteneciente al extinto Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM). Aunque en la investigación referida a las pinturas decorativas murales se reseña como época de realización de las mismas los siglos XVIII y XIX entre las muestras presentadas aparecen construcciones del XVII. Queda la duda respecto a la datación de las decoraciones descritas. El asunto de la datación es una problemática, aún latente, pues no se ha encontrado documentación alguna que dé fe del tema. Por supuesto este margen de dudas es extensivo a la posibilidad de testigos pictóricos en las construcciones del siglo XVII.

Se conoce como la decoración más antigua la que fue hallada en Tacón No. 12, lo testifica la inscripción ANNO 1725 encontrada formando parte de la decoración del estrato pictórico más antiguo. La decoración se manifiesta, en los zócalos y las enjutas de los arcos superiores de la galería de la casa, como simples diseños en tonos ocre y rojo ejecutados con plantilla y mano alzada. También consta, en documentación de archivos, que en 1725 la vivienda había sido reformada; este hecho evidencia que, tal vez, los vestigios de pinturas detectados no corresponden a las primigenias pinturas de la edificación.

Las pinturas decorativas murales en fachadas e interiores de las edificaciones de La Habana Vieja durante los siglos XVIII y XIX fueron una forma de expresión del desarrollo alcanzado en la ciudad; se ha llegado a considerar el período de mayor riqueza de estas manifestaciones.

Las decoraciones murales de la Habana colonial fueron ejecutadas por gremios que contemplaban un sistema tradicional de maestros, oficiales y aprendices; el reconocimiento de la calidad técnica de estas obras indica que fueron realizadas por profesionales o por un personal dirigido por ellos. La actividad además de estar instituida por gremios era respaldada por una serie de tiendas especializadas que aportaban a los pintores, materiales importados desde Inglaterra, Holanda y Nueva España, así consta en los inventarios de tres tiendas habaneras de 1791 cuyo propietario era el pardo libre de extramuros Pedro Dionisio Muñoz.

Servían de soporte para las pinturas murales decorativas las estructuras típicas de las construcciones coloniales: sillares, tapiales y mampuestos. En dependencia de la textura en superficie de estas estructuras le secundaban morteros para revoques y enlucidos. En casos específicos donde la textura de la piedra caliza era más o menos lisa se emplazaban directamente el revestimiento fino o simplemente se encalaban. Los morteros sucesivos al cerramiento presentaban en su composición, como aglomerante, la cal: material que permite la necesaria transpiración de los muros.

Pocas evidencias de pinturas decorativas murales coloniales se han detectado en edificaciones militares habaneras, entre ellas vestigios de falsos despiezos en los muros exteriores de San Carlos de la Cabaña y Santo Domingo de Atarés. Recientemente se encontraron restos de pintura mural decorativa en los muros de Santo Domingo de Atarés, así consta en el Informe preliminar de la obra ejecutado en el 2015 por el equipo de restauración de Pintura Mural de la Empresa Constructora Puerto de Carena.

En construcciones religiosas también tuvo su espacio la pintura mural y la pintura mural decorativa. Profusos emplazamientos acontecieron en la iglesia La Merced, con pinturas murales de: Esteban Chartrand Dubois, Juan Crosa, Antonio Guerrero Montalván y Didier Petit; tanto más exuberante las pinturas decorativas, enmarcando las pinturas murales y ocupando casi el área total de las superficies en muros, techos, intradós de arcos, columnas, etc. Otros ejemplos sucedieron en la Catedral de La Habana, paradigma de la arquitectura barroca en Cuba, con las pinturas murales atribuidas al pintor italiano José Perovani y pinturas murales decorativas. Estas pinturas decorativas ejecutadas tras el altar mayor le otorgaron a este espacio mayor profundidad, su factura neoclásica contradice el espíritu barroco de la fachada. Las emplazadas en falsos techos correspondieron, según su estilo, a decoraciones típicas del período Barroco; en la actualidad no existen, fueron retiradas junto con los falsos techos cuando se restauró la iglesia entre 1946 y 1949 por el arquitecto Cristóbal Martínez.
Las mayores producciones de pintura mural decorativa descubiertas se han localizado en las edificaciones civiles, particularmente en las domésticas.

Entre las características distintivas de los murales en el período colonial se pueden citar:
Primacía de las pinturas murales decorativas como manifestación mural.
Emplazamientos múltiples sobre un mismo espacio del muro.
Carácter anónimo.
Las principales técnicas de ejecución: a mano alzada y uso de plantillas.
Se manifestaron los siguientes tipos de decoraciones murales: zócalos, cenefas, falsos despiezos, bandas horizontales, ornamentos puntuales o globales (conjunto de elementos decorativos emplazados puntualmente en determinados espacios de la arquitectura o abarcando toda el área de determinados espacios) y compuestas (combinación de dos o más tipos de decoraciones).

La estructura compositiva de las decoraciones murales: Los zócalos generalmente se presentaban con tres planos y las cenefas, como bandas. Ambos han aparecido de manera independiente o combinada. Cuando aparecen combinados forman una estructura compuesta, en la cual se incluyen a veces ornamentos puntuales. Los falsos despiezos se han presentado con variedades de estructuras.

La altura promedio de los zócalos ha sido 1.5 m.
Forma de organización de los elementos decorativos: estructuras axiales con eje horizontal y/o vertical, formando un sistema de módulos, estructuras radiales y/o formando un sistema aleatorio, este último aplicado en las decoraciones ejecutadas a mano alzada.

Ubicación de las decoraciones en el inmueble: Los zócalos usualmente se ubicaron en las áreas bajas de los muros, derrames, columnas y pilastras dentro del inmueble; los casos que se manifestaron en exteriores sucedieron en las zonas aledañas a balcones. Las cenefas, ubicadas hacia el interior o en la fachada, se emplazaban en: vanos de puertas y ventanas (platabandas), enmarcando “pinturas murales”, arcos y cornisas. Algunos elementos decorativos se colocaban en espacios específicos: áreas de los muros aisladas del resto, capialzados, intradós de arcos, pechinas, tímpanos, sofito de escaleras, pilastras, cúpulas y portadas; aconteciendo hacia el interior o en la fachada. Las bandas horizontales y los falsos despiezos sucedían en las fachadas, aunque de los segundos se han encontrado casos aislados de su emplazamiento en el interior.

Variedad cromática con tonos azules, rosa, siena tostada, amarillos y verdes. La calidad de tonos pasteles dada por la técnica pictórica de ejecución, pintura a la cal.
Los elementos decorativos asociados a paisajes y retratos son de factura primitiva.
Los motivos ornamentales más recurrentes eran: guirnaldas de hojas y flores, roleos, bandas horizontales, medallones, lacerías, arabescos, amorcillos, mascarones, cintas, cortinas, cestos, instrumentos musicales, frutas (granada y uvas), hojas (laurel y acanto), aves, filigranas e imitaciones de elementos de la arquitectura y/o materiales.
Con el fin del siglo XIX se cierra el período colonial, paralelamente las expresiones de la arquitectura que lo caracterizó cambian e ineludiblemente las formas de expresión de las pinturas murales decorativas emplazadas en ella.
Los colores de las pinturas murales decorativas en la Habana Vieja ofrecieron de antaño y ofrecen ahora a la ciudad, gracias a la labor de rescate, rasgos muy peculiares que caracterizaron a la ciudad del período colonial.

Tesis en opción del título académico de Máster en Conservación del Patrimonio Cultural mención Conservación Restauración
Protocolo aplicado para el registro de pinturas murales decorativas en edificaciones de La Habana Vieja

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