Por María Grant
Artículos de costumbres o crónicas costumbristas son categorías indistintamente utilizadas para nombrar a los casi siempre breves ensayos escritos por Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964) desde el mismo comienzo de su labor periodística, en los cuales aborda con un perfecto dominio de la forma y de contenido del género, aspectos de los tipos sociales existentes en la Cuba de su época.
A propósito, el estudioso español Gonzalo Martín Vivaldi considera el artículo de costumbres como «pieza única en el Periodismo», que se basa en la realidad o en la imaginación del escritor, pero desde una visión crítica y aguda de la vida humana. Asimismo, precisa que suele tratar preferentemente las malas costumbres, con el sano propósito político-social de mejorarlas.[i]
El propio Roig de Leuchsenring hizo gala de su interés al respecto desde época tan temprana como 1913, cuando ofreció una disertación en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, bajo el título: «Breves apuntes sobre nuestra literatura de costumbres», como parte de un ciclo que auspició la Sociedad Filomática presidida por el hispanista José María Chacón y Calvo.
Años más tarde, tales indagaciones —que en distintas ocasiones impartiría en forma de conferencias o saldrían en publicaciones periódicas— las recoge en lo que se puede catalogar como la concreción plena de tales saberes: La literatura costumbrista cubana de los siglos XVIII y XIX (1962), obra en cuatro tomos editada por la Oficina del Historiador, en la Colección Histórica y Americana.
Para 1912 Emilio se había establecido como colaborador de varias publicaciones —Diario de la Marina, El Fígaro, El Teatro, Cuba y América, por ejemplo— y hasta hecho sus amagos de periodismo costumbrista. Basta con recordar que tributó trabajos para la sección De la Vida Cubana en La Última hora.
Precisamente la influyente revista habanera El Fígaro convocó aquel año un concurso literario que él ganaría con el texto « ¿Se puede vivir en La Habana sin un centavo?». Publicado el 4 de agosto, le haría expedito el camino para consolidarse como un cultor del género.
El 13 de marzo de 1913, nace el semanario Gráfico, empeño editorial —embrión de Social y Carteles —liderado por Conrado W. Massager, en el que Roig de Leuchsenring tuvo a su cargo las secciones «Rasgos y rasguños» y «Personajes y Personillas» que le sirvieron para sentar cátedra en este híbrido de periodismo y literatura.
En Social, cuya primera etapa transcurrió de 1916 a 1933 y la segunda, de 1935 a 1938, llevó las secciones «Crítica de Costumbres», «Quisicosas», «Costumbristas Cubanos», «Recuerdos de Antaño», y hasta teorizó sobre el tema en trabajos como el titulado «Misión e importancia de los costumbristas» que aborda las cualidades y maneras de este tipo de escritor para desarrollar los arquetipos sociales.
Coincido con quienes afirman que el despertar costumbrista en Emilio Roig de Leuchsenring hay que buscarlo en los vecinos del barrio de Belén, en La Habana Vieja, donde transcurrieron parte de su niñez y juventud primera, y hasta en el propio hogar ubicado en la calle de Acosta número 40, no lejos de la iglesia y del Real Colegio de Belén, donde estudió.[ii]
En consecuencia, en sus trabajos usó pseudónimos como Hermann (en su primer artículo escrito con apenas 16 años en el Diario de la Marina) o Enrique Alejandro de Hermann, que asumió de manera ininterrumpida cuando colabora clandestinamente de 1930 a 1933 con Carteles, y los suspicaces e enjundiosos: Unoquelovio, Unoquelosabe, Cristóbal de La Habana, Juan Matusalén Junior, El Curioso Parlanchín…
Las múltiples responsabilidades que asumió después de 1935, cuando sería nombrado Historiador de la Ciudad de La Habana, no le imposibilitaron seguir cultivando el género costumbrista en diferentes publicaciones, aunque lo haría con menos frecuencia. Las que más se prolongaron en el tiempo, fueron sus contribuciones a Carteles que comenzaron en 1924 y se extendieron hasta 1954.
De todo lo antes expuesto da fe la exposición «Emilio Roig, costumbrista de ardorosa y militante cubanía», que abre sus puertas a propósito del 127 aniversario del nacimiento de este ilustre cubano, en la que por vez primera se exhiben exponentes de la labor conjunta de dos grandes del periodismo y la gráfica en Cuba durante las primeras décadas del siglo XX.
Ante el espectador, el propio Roig de Leuchsenring parece un personaje salido de una crónica costumbrista suya, en la caricatura que le hiciera en 1915 su amigo Conrado W. Massaguer para la sección «Prado arriba… Prado abajo» de Gráfico, en la cual ambos florecerían como hacedores de una publicación que sentó pauta en el mundo editorial cubano y que luego se repetiría, con mayores resonancias, seguiría la simpar revista Social.
Aquí se exhiben originales de los dibujos de Massaguer publicados en Gráfico, Social y Carteles, junto a fragmentos de casi una treintena de crónicas; la carta de Chacón y Calvo a Monge, además de un ejemplar —dedicado por Emilio Roig de Leuchsenring a su compañera María Benítez— del libro El caballero que ha perdido su señora, y misivas de algunos de sus contemporáneos, entre otros valiosos documentos.
Como si se tratara de una gigantesca revista, el visitante puede penetrar en sus páginas (en este caso, paneles) y disfrutar de ilustraciones y textos paradigmáticos del género: «San Antonio y sus devotas», «Los novios de sillones», «Una coqueta», «Un chiquito de sociedad», «Maridos carceleros», «Bufones modernos», «La niña precoz», «Telefonomanías», «Chismografías», «Los velorios», «El médico de los muertos»…
Presumo que será un verdadero deleite disfrutar de parte del patrimonio documental que atesoran con profesionalidad y amor consagrados especialistas del Archivo Histórico, la Fototeca así como de la Biblioteca Histórica Cubana y Americana Francisco González del Valle, de la Oficina del Historiador de la Ciudad.
