Tomado de OnCuba
Por Amanda del Sol
A sus 80 años, Salomón Gadles Mikowsky siente el peso del tiempo acumulado en todo su cuerpo. Sin embargo, de sus ojos y sus manos todavía emana una fuerza poderosa y electrizante. Conversar con este profesor de la Manhattan School of Music equivale a descubrir el apego por esta Isla y el deseo de contribuir con el patrimonio cultural de su nación.
“Yo soy cubano más que nada”, advierte desde el inicio del diálogo con OnCuba. Efectivamente, nació en la capital antillana en 1936 y aquí comenzó sus estudios de piano. Su notable talento le hizo ganar en 1955 una beca de la Juilliard School, en Nueva York, y desde entonces ha vivido y hecho carrera en la nación norteamericana.
“Tengo una ciudadanía americana que me ha permitido viajar y ha sido muy práctica, pero me siento cubano, siempre ha sido así, a pesar de haber pasado más de medio siglo fuera de mi país. He venido cuando he podido y me he dado cuenta de que puedo hacer un aporte, lo cual me da gran satisfacción.”
Gadles Mikowski ha sido, junto a Eusebio Leal y la Oficina del Historiador de La Habana, el impulsor de los encuentros de jóvenes pianistas, que en este 2016 llegaron a su cuarta edición. Por espacio de casi un mes, jóvenes talentos alumnos de Mikowski (provenientes de todo el mundo) junto a noveles pianistas cubanos, derriban barreras desde la música.
“Los encuentros de jóvenes pianistas son un ejemplo de mis aportes al país, me inspiran y obligan a trabajar durante todo el año para que tengan éxito”, insiste el profesor.
¿Cuál es su criterio sobre el piano que se interpreta en obras de música clásica en la Cuba de hoy?
Aquí ha habido muchos logros y hay que hablar con mucho respeto de una escuela cubana de piano. Los límites están, en primer lugar, en la poca posibilidad de escuchar artistas de nivel internacional y segundo, en la escasez de repertorio. Esa escasez se expresa sobre todo con respecto a importantes compositores del siglo XX a los cuales Cuba no tiene acceso por el alto costo de la propiedad de autor. Cada partitura vale cerca de 30 dólares.
Para mí la llave del pasado siglo es el compositor húngaro Béla Bartók, quien escribió sus obras hace ya 100 años y, sin embargo, hablo constantemente con alumnos cubanos y ninguno lo ha tocado. De igual manera veo que ellos en sus recitales no incluyen música francesa. Tienden a tocar las piezas más accesibles y que tienen más éxito con el público, los padres y los amigos de la familia.
Me encanta que estén obligados a tocar música cubana contemporánea y sobre todo los modernos, pero esa música, al tener ciertos ritmos y características, impide un lenguaje armónico más avanzado que es el que prevalece en obras más de vanguardia en el repertorio de compositores norteamericanos y europeos.
Creo que se debe abandonar la idea de darle placer a los desconocedores y enfocarse en estudiar mucho, para alcanzar un nivel artístico especial.
¿Por eso de las dificultades económicas para acceder al repertorio de piezas para piano más caro es que ha decidido donar su biblioteca personal a Cuba?
Sí, para que sea distribuida en las escuelas de música. El legado de mis partituras, grabaciones y otros documentos, será muy valioso para los maestros interesados en expandir sus conocimientos. Así podrán enseñarlo a sus alumnos y familiarizarlos con todo ese saber, de manera que abarquen un repertorio mucho más amplio en su formación.
Luego de terminar el cuarto Encuentro de Jóvenes Pianistas, ¿qué cree deba perfeccionarse de estos espacios?
Tendría una mayor satisfacción si hubiera una mayor convocatoria de público, porque en la mayoría de estos conciertos, sobre todo en los recitales, se escuchan obras desconocidas en Cuba.
Los maestros de los conservatorios deberían venir con sus alumnos, escuchar los ensayos, conocer a los pianistas internacionales que traigo para que conversen y se escuchen, inclusive, para que conozcan cómo ellos estudian, en qué forma practican, cómo emplean el tiempo para desarrollarse.
Todo eso sería muy útil. El elemento pedagógico siempre fue parte de mi idea inicial cuando pensé en estos encuentros. Pero desafortunadamente se ha reducido solo a conciertos. El público va con más entusiasmo a los conciertos sinfónicos porque son espectáculos más grandes, pero en realidad, lo más importante para tener la apreciación del valor artístico de un pianista es escucharlo en los recitales porque hay una variedad de compositores y estilos.
A veces pienso que el público va más a escuchar lo que ya conoce, en vez de ir con la curiosidad de encontrar lo que desconoce. Aquí hay mucha preocupación con el público. Yo no tengo que entretenerlo para que aplauda. Me interesa que los profesores y alumnos conozcan más lo que hay escrito y lo que es posible estudiar. Eso es uno de los elementos por los cuales hay que luchar. Abrir las mentes de aquellos que necesitan engrandecer su repertorio acústico.
Cuba está viviendo una apertura respecto al mundo en muchos sentidos. ¿Sería necesario un intercambio más directo en la música?
Sería muy importante que compositores norteamericanos o europeos pudieran venir a Cuba. Creo que Leo Brauwer ha logrado hacer muchísimo en estos aspectos por su gran nombre y el aprecio que se le tiene en el mundo entero, pero le han dedicado conciertos en EE.UU. y él no ha podido asistir. Es una lástima. Deberían eliminarse muchas restricciones que entorpecen el desarrollo musical.
Una alumna mía, especialista en música contemporánea fue invitada por él para tocar las cosas más increíblemente avant garde que uno pueda imaginar. Cuando vino cantó, mientras tocaba le dio golpes al piano y además relacionó elementos visuales con la música, nada nuevo, pero aquí la gran mayoría no está acostumbrada a eso.
En el mundo se están haciendo muchas cosas experimentales y es imprescindible que los compositores cubanos interesados en desarrollar su estilo dentro de esa estética puedan familiarizarse con ella.