Por Onedys Calvo Noya y Yainet Rodríguez Rodríguez. Palacio del Segundo Cabo, Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba- Europa
Visitar Europa y sus sitios de legendario valor histórico, artístico y patrimonial, es una aspiración enraizada en la más legítima vocación de cualquier amante de la cultura. Entre esos sitios que se dibuja con ansiedad en el pensamiento, están sin dudas las magníficas pinacotecas de arte, cuyas colecciones atesoran creaciones universales inscritas, con justicia, en la historia del arte.
Haciendo honor a ese refrán tan nuestro – tan acriolladamente cubano quiero decir-, que expresa: si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña, pues el Museo del Prado ha venido a La Habana.
Las reproducciones de las obras de arte de las escuelas flamenca, italiana y española, las cuales hemos conocido a través de catálogos, libros, revistas, periódicos y documentales, ahora es posible admirarlas en detalle, permitiéndonos valorar por qué son consideradas «maestras» y por qué, pese a haber sido realizadas varias centurias atrás, continúan siendo jóvenes a los ojos de mujeres y hombres del siglo XXI.
Es esta una exposición oportuna para difundir y comunicar un patrimonio artístico-cultural, que no por estar en el Prado, es menos nuestro. Grandes pintores cubanos como Wifredo Lam, Amelia Peláez y Víctor Manuel, por solo mencionar tres nombres de culto, en sus viajes de formación seguramente claudicaron en presencia de las piezas de Alberto Durero, Caravaggio, el Bosco, Rembrandt, el Greco, Francisco de Zurbarán, Diego Velázquez y Francisco de Goya. Sin dudas esta confrontación contribuyó a madurar sus poéticas individuales en una manera muy a tono con la sensibilidad artística de su momento, pero también preocupada por captar la esencia de lo nacional.Y así ha pasado hasta hoy con todas las generaciones de pintores de Cuba, de América y del mundo.
Ante la complejidad logística de traer los originales a América o la imposibilidad real que para muchos constituye atravesar el Atlántico para disfrutar de ellas, esta alternativa de exponer las reproducciones en altísima calidad y con gran fidelidad en los detalles pictóricos de las 53 piezas consideradas por los curadores del Museo del Prado como las más representativas de la intensidad de su colección, permiten esa identificación deseada con los grandes artistas de todos los tiempos. De ese modo también se completa esa mítica ruta que por siglos le han otorgado a La Habana el privilegio de disfrutar de la mayoría de las más altas obras de arte de las más variadas manifestaciones: la música, la danza, el ballet, la ópera, el cine….
Agradecidos estamos con el Museo del Prado, la Embajada de España, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), y todos los colaboradores que ha tenido este proyecto, que llena de regocijo y orgullo a los habaneros.
Desde este Centro para la Interpretación de las Relaciones Culturales Cuba-Europa, los especialistas de la Oficina del Historiador nos volcaremos intensamente en un programa de acciones educativas que implicarán a jóvenes, adolescentes, niños y estudiantes de Historia del Arte, para socializar, más allá del goce implícito de la obra en sí, los valores que se exhiben en la verjas del Castillo de La Real Fuerza.