Jóvenes cubanos en la Habana Vieja hallan otro mundo a través de la expresión artística

Tomado del sitio web europa.eu
Por Delegación de la UE en Cuba

César Antonio Pons junto a uno de sus cuadros en el taller de artes plásticas Coup de Fouet, en el Espacio Cultural Barcelona-La Habana.

En el Espacio Cultural Barcelona-La Habana, a solo unos pasos del majestuoso Capitolio Nacional que hoy se remodela en el centro de la capital cubana, un centenar de adolescentes y jóvenes han encontrado en los lienzos, acuarelas y carboncillos otro mundo posible. César Antonio Pons es uno de ellos. Allí, en medio de otra cuadra de La Habana que alguna vez fue hermosa y que hoy está corroída por el salitre del mar, la desventura económica y el paso implacable del tiempo, este muchacho de 21 años halló el rumbo de su vida.

César nos cuenta su historia con una sonrisa humilde, moviendo las manos rápidamente, completando con gestos lo que no termina de expresar con palabras. “Vengo de un barrio malo, donde no se lee ningún libro de arte ni se escucha buena música; malo en el sentido de que no se ven este tipo de proyectos, está apartado de todo esto. Casi todo el que vive allí lo que tiene pensado para su futuro es tener una familia, un negocio, un trabajo…, pero no piensan en vivir de lo que saben.”

En ese entorno creció César con el sueño de ser un artista, sin saber cómo convertirlo en realidad. “Desde chiquito me gustó el dibujo, la pintura, pero era solo un deseo, no tenía nada claro. Terminé doce grado y me quedé sin carrera. Entonces una amistad me habló del taller y me trajo.”

César Antonio Pons junto a otro de sus cuadros en el taller de artes plásticas Coup de Fouet, en el Espacio Cultural Barcelona-La Habana.

Financiado por la Unión Europea e implementado conjuntamente por UNICEF y la Oficina del Historiador de la Ciudad, el taller de artes plásticas Coup de Fouet  (Impulso) se desarrolla desde hace tres años como parte de un proyecto que tiene como propósito promover y apoyar la inclusión social e inserción profesional de los adolescentes en la zona más antigua de la capital cubana.

Hasta la fecha César ya ha participado en cinco exposiciones colectivas, en estos meses exhibe su primera muestra personal, y sus profesores consideran con orgullo que puede tener un futuro como artista plástico. Pero no olvida sus comienzos, ni deja de reconocer que debe lo que sabe a la entrega permanente de sus mentores así como a la tenacidad y el empeño personal que ha desplegado en estos años, día tras día, mes tras mes, viniendo al Espacio para aprender a dibujar rostros, objetos y naturalezas muertas, luego de ayudar en las noches a su madre con el trabajo de repostería para garantizar así su propio sustento cotidiano.

“Nunca falté. Todos los días me ponía a dibujar y dibujar y dibujar. Enseguida fui viendo un cambio, que sí, aprendía. Me pedían que trajera dos tareas, por ejemplo, y yo traía cuatro, cinco, seis. Yo quería que ellos vieran en mí que yo tenía deseos de ser un artista, que era más que un hobby y que de lo que quiero vivir en el futuro es de esto. Y lo fui logrando.”

Para César, como para el resto de los adolescentes y jóvenes cubanos que han deseado matricularse en el taller, no ha habido otro requisito que el interés por la pintura y el compromiso de aprovechar esta oportunidad vocacional. Sin embargo, este espacio ha llegado a ser para ellos mucho más que un aula para el estudio de las artes plásticas: se ha convertido en un lugar familiar en el que pasan gran parte del día, donde se sienten protegidos de los conflictos y vicisitudes del mundo exterior y comparten sus preocupaciones libremente. “Estos proyectos te enseñan a convivir como una familia y a ver los problemas de tus compañeros. Uno viene estresado de la casa y llega aquí y hay un ambiente agradable del que no te quieres ir.”

El propio César, quien es ya hoy un “veterano” del taller, aún sigue haciendo el largo recorrido desde su barrio periférico hasta el centro de la ciudad en los días libres que le deja el servicio militar. Sabe que en el Espacio Cultural Barcelona-La Habana podrá seguir encontrando la oportunidad de crecer como persona y de continuar ambicionando un futuro profesional digno que dependa de su esfuerzo. “Si no existiera un proyecto como este yo hoy fuera otra cosa. Todo ese sueño de niño que tuve se hubiera derrumbado, todo hubiera quedado en el aire. Por este proyecto estoy haciendo lo que me gusta y hoy tengo esperanzas. No quiero la fama, lo que quiero es que al público le guste lo que yo hago, que se paren frente a un cuadro y digan, wow, este cuadro es de César. Mi sueño es que la gente quiera asistir a una exposición mía, que diga no me la pierdo.”

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