Tomado del sitio web Habana Radio
Por Ana Lidia García Hernández
Mantener vivo el oficio y ser útiles en un país con una rica tradición musical como Cuba, es la razón de ser de quienes con gran entrega y sensibilidad trabajan a diario en el Taller de Luthieria del Gabinete de Restauración de la Oficina del Historiador de La Habana, donde se restauran, reparan y fabrican instrumentos de cuerdas frotadas. Situado en el segundo nivel de uno de los edificios de la Plaza Vieja, este agradable espacio fue creado en el año 2010 como parte del proyecto “Gestión y difusión del patrimonio musical de Cuba y Latinoamérica: luthieria, investigación y docencia”, subvencionado por la Comisión Europea, y en el que también participaron la ONG belga “Luthiers sans Frontières”, la Sociedad Civil “Patrimonio, Comunidad y Medio Ambiente”, la Universidad de Valladolid y la Societé Française de Luth. Según explicó a Habana Radio su jefe Andrés Martínez, desde 2003 en el Convento San Francisco de Asís se desarrollaban clases con profesionales extranjeros y luego del surgimiento del lugar, se formaron diez estudiantes que tuvieron como maestros a los más encumbrados especialistas europeos. En el grupo confluyeron músicos y personas que provenían de otros oficios, experiencia que Martínez valora como muy enriquecedora pues ocurrió “una complementación perfecta entre los diestros con la música y quienes se dedicaban a las manualidades”. En su caso, trabajaba como restaurador de muebles, graduado de la Escuela-Taller “Gaspar Melchor de Jovellanos”. Su procedencia lo obligó a desarrollar el oído musical, “lo cual es muy necesario para saber si un violín suena bien y, a la vez, para interactuar con los artistas”. En todo este tiempo de labor, ha comprendido que un luthier debe ser una persona que se entrega totalmente a lo que hace porque esa es la clave para que un instrumento funcione correctamente: “Por eso hay diferencias entre un violín hecho por un luthier y otro hecho industrialmente. Nosotros escogemos la madera, le vamos dando forma y calculando las profundidades en la medida en que avanza el proceso. En una producción seriada, todos salen iguales y se obvia que cada uno tiene su propia voz”. Sergio Lorenzo Recíllez es otro de los jóvenes que ha quedado prendado por este oficio. Era vitralero y cuenta que no tenía ninguna idea de la luthieria. Comenzó haciendo violines pero luego se especializó en la arquetería, una rama que nunca se había desarrollado en nuestra Isla. No pensó que ligaría su vida a este trabajo y que se sentiría tan entusiasmado haciéndolo.
Foto: Alexis Rodríguez
Por su parte, Juan Carlos Prado estaba vinculado a la fabricación de instrumentos pues también crea gaitas. Hoy se siente orgulloso cuando ve a un músico tocar un instrumento que pasó por sus manos, porque sabe que para ellos es como una extensión de su cuerpo. “Además, siempre tienes la sensación de que has dejado parte de ti en esa madera de la que brotan las notas musicales”, comenta mientras intenta salvar el brazo de un contrabajo que se halla dañado. La historia de Suaima Ramos también es interesante pues ella comparte su vida entre la Orquesta Sinfónica Nacional donde es chelista y este taller. Para ella, trabajar aquí ha sido asomarse a un mundo desconocido dentro de un universo como la música, al que se adentra cada día.
Una labor gratuita y constante
Durante los cinco años de funcionamiento han sido reparados o restaurados alrededor de 450 instrumentos musicales, sobre todo violines y contrabajos. Además, se han arreglado cerca de 250 arcos, uno de los elementos que más problemas presenta en las escuelas de música. Precisamente, el Taller de Luthieria realiza una atención permanente a los estudiantes, quienes llegan acongojados por el estado de sus instrumentos. “Es muy gratificante verlos cuando se van contentos, porque además agradecen y valoran nuestro trabajo”, expresa Juan Carlos Prado. Este servicio, explica Andrés Martínez, se realiza gratuitamente y también atendemos a las principales orquestas y formatos que ofrecen su arte en el Centro Histórico como es el Conjunto de Música Antigua Ars Longa y la Camerata Romeu. “Vemos cómo, incluso, artistas reconocidos, han comenzado a confiar en lo que hacemos”, refiere. Con el fin de sensibilizar a los alumnos, se han organizado talleres didácticos para mostrarles cómo funcionan sus instrumentos y así mejoren su cuidado. Lorenzo Recíllez comenta que “la mayoría de los niños no tienen conciencia de la importancia que tienen, muchas veces juegan con los arcos, los utilizan como punteros”, cuando en realidad son objetos muy delicados que deben conservarse en estuches y mantenerse limpios. Esta tarea, mantiene a los luthiers en sostenida acción y les impide desarrollar la fabricación porque es algo que necesita de mucha concentración y dedicación. “Es una labor milimétrica, no imposible, pero sí compleja. Uno siente un gran reto ya que puede quedar estéticamente bien y no cumplir con los requerimientos del músico. Siempre queda la duda”, afirma Martínez. En cuanto a la formación de nuevos talentos, actualmente los miembros del taller imparten una capacitación a jóvenes, seleccionados en los territorios que conforman la Red de Ciudades Patrimoniales Cubanas, como parte del proyecto “Nuestro patrimonio, nuestro futuro: el fomento de la enseñanza del patrimonio musical como vector de cambio social”, financiado por la Comisión Europea y gestionado por la Oficina del Historiador de La Habana, la ONG “OIKOS” y la Universidad de Valladolid. Además, participan en la iniciativa el Bestilches Orgel Centrum, la Hoschschule für Katholische Kirchenmusik und Musikpädagogik Regensburg de Alemania, “Luthiers sans Frontières”.
Foto: Alexis Rodríguez
La intención, especifica, es mantener vivo el oficio, porque “somos un país muy musical, tenemos muchas orquestas de cámara cuya base son los instrumentos de cuerda y sería una pena que todo esto fuera olvidado”. Con su labor también lo valorizan, pues muestran a otros que los luthiers son personas muy preparadas profesionalmente que deben conocer sobre física de los materiales, tipo de barnices y además tienen la habilidad y la inspiración necesarias para crear con sus manos obras de arte. Por el momento, la tarea fundamental del taller es la reparación y restauración, realmente la fabricación es tema complejo pues las maderas – pernambuco, pino abeto, arce, ébano – y el resto de los materiales como las celdas, son importados. Aun así el equipo busca alternativas para seguir fortaleciendo y extendiendo la luthieria en Cuba.