¨Un lugar que es el símbolo del nacimiento de la ciudad¨

Palabras del Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, con motivo del aniversario 496 de la fundación de San Cristóbal de La Habana:

Una vez más estamos aquí en este lugar tan significativo para La Habana, un lugar que es el símbolo del nacimiento de la ciudad.

En la columna de piedra que aparece al centro, el árbol primigenio aparece marchito. El escultor tomó las ramas y el tronco para simbolizar el período en el cual aquella planta, según escribe el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, había secado porque un orate solía todos los días tomarla como un mingitorio, quiere decir, un urinario. De esa manera el árbol primero cambió.

Según la tradición, no era uno solo. En El Templete, inaugurado en 1828, y cuyas pinturas veremos hoy un día más aparece la escena que debió ocurrir en el año 1519, según rezan esas lápidas. Una de ellas está perdida, pero mi predecesor de feliz memoria, maestro nuestro, Emilio Roig de Leuchsenring, tomó una impronta en yeso que se conserva en la sala arqueológica de la parroquial mayor. Ahí dice y ordena a los que pasan que detengan el paso, y que contemplen este lugar, que es el sitio en el cual la ciudad recibió su bautismo.  Si es verdad que esto ocurrió en el año 1519, documentalmente no lo sabemos. Es la tradición, la voz popular, que es una de las fuentes de lo histórico, la que lo revela.

 Como saben, las Actas Capitulares son minuciosas, pero ellas comienzan solo en el año 1550. Cinco años después el pirata Jacques de Sores dañó a La Habana, arrebatando las campanas de su templo; dañó a la ciudad, que fue defendida valientemente por Juan de Logueras y un puñado de habaneros cerca de aquí, en el viejo castillo de madera.

 Unos pocos años antes, en 1535, también ellos volvieron a La Habana; otros, quién sabe y dañaron a la ciudad gravemente.

 A partir de ese momento se tomó muy en cuenta el acontecimiento y la ciudad comenzó a prepararse para este y otros desafíos, como el ciclón o el fuego. Es por eso que cuando venimos aquí y nos acercamos al árbol que se plantó hace medio siglo y notamos sus ramas sin su follaje, como están los otros cuatro en la plaza, como sustitutos –en última instancia, una más de aquella que fue la primera–, en que según esa tradición a su sombra se reunió el Cabildo, porque la institución jurídica de Castilla en América fue el Cabildo, el Ayuntamiento, donde todo se discutía. Y si leemos las actas –todas ellas bajo nuestra custodia– verán que se dice todo: la llegada de un Gobernador, las noticias de la guerra, la muerte del príncipe, una epidemia, una flota que llega. Son prolijas al contar la historia.

 Es por eso que aquí quizás, algún día, una copia de esas actas aparezca en el prolijo archivo que la Corona española creó en la ciudad de Sevilla o quizás en el archivo llamado El Sello, en la ciudad de Valladolid, aparezca un Acta porque esta es una civilización de notarios, de actas y de testamentos y de juramento. Por tanto, la constitución de un Cabildo definitivo en este lugar no podía hacerse sin estos requerimientos. Esto es lo cierto.

 Hay también una verdad: La Habana, la vieja ciudad, quiere decir, San Cristóbal, se fundó primero. ¿Dónde?: En la costa sur, mirando a la tierra firme. Así lo afirman toda la tradición, las cartas de relación del conquistador y el comentario atinado del padre Bartolomé de las Casas que fue testigo.

 Melena del Sur ha conservado un padrón de piedra que dice desde hace muchos años: Aquí nació La Habana y cuando uno sale del pueblo y recorre lo que lo separa hasta la orilla donde desemboca el río hay un pequeño bosque que quizás conserve el misterio de un asiento humano que tuvo que dejar una huella arqueológica cierta: las tumbas de los que murieron, la cerámica que no fue destruida por el fuego, los restos de alimentos. Ahí, en un punto en la ensenada de la proa, aunque otros señalan otros lugares, aún buscan en su pesquisa un punto más occidental. Sin embargo, los serios mapas antiguos, revelan dos pequeñas iglesias: una al sur y una al norte; una San Cristóbal y la otra La Habana.

 Cuando ambas se fundieron surgió una sola ciudad, un solo ente y esta es la memoria verdadera.

Otras ciudades cubanas fueron trasladadas de su asiento original. Así La Trinidad; San Salvador, en Bayamo, por solamente citar dos ejemplos. También Santa María del Puerto del Príncipe, de Camagüey, tuvo un asiento cerca de la costa y la arqueología reciente parece demostrarlo y afirmarlo categóricamente. En cualquier momento nos traerán la buena noticia porque las cosas se huelen y es probable que estemos ya sintiendo la proximidad del testimonio histórico irrefutable.

 Aquí están los difuntos, enterrados con la forma según la tradición cristiana; están cerca de ellos siempre los aborígenes, entre los cuales quizás esté uno ignoto que le dio el nombre a este sitio: Habaguanex, que no es precisamente una empresa turística. Es un hombre histórico que existió y del cual dicha empresa toma su nombre. Como también se llamó Puerto Carenas una empresa constructora, que debía contribuir a su restauración porque en el año 1508 un navegante gallego, Sebastián de Ocampo, llegó al puerto de La Habana y le llamó de Carenas porque sus naves lo requerían. Venían dañadas por el viento y por el largo camino que demostró que la isla de Cuba lo era y no parte de un continente inhóspito como afirma Colón y hace levantarlo en un acta a punto de realizar su último viaje a la isla de Cuba.

 Ahora estamos ante el futuro y es bueno y conveniente que sepamos que el único camino para nosotros y para nuestros conciudadanos es contribuir de una manera eficaz a salvar nuestra ciudad. Nosotros tratamos de hacerlo, pero estoy conciente –y lo estamos– de que no podremos llegar a tiempo a todos los lugares.

Sin embargo, cuando recorremos los sitios donde la mano ha sido colocada, la de ustedes, resulta que todo renace: edificios, espacios públicos, jardines, grandes monumentos. Acerca del tiempo venidero y hasta el aniversario 500 de la ciudad, en el año 2019, hay un calendario ya colocado sobre el túnel y cerca de La Punta que va marcando los años por venir.

 Y este año, en ese calendario, verán concluido el Gran Teatro de La Habana que, por un esfuerzo del Ministerio de Cultura, se concluirá el Primero de enero. Al otro lado el Capitolio, que retoma su función de sede parlamentaria y cuya restauración durará ese período, aunque ya para el mes de enero la parte norte –excepto el hemiciclo– quedará concluida. Ahora el desafío de una cúpula colosal, que se levanta a noventa metros de altura, cuya linterna es un empeño inmediato de los restauradores.

 Recientemente, los yesos originales del Capitolio han regresado por un préstamo de Italia, que, de acuerdo con la palabra del presidente del Consejo de Ministros, puede convertirse en un donativo a Cuba. Están expuestos en el Palacio del Segundo Cabo. Verán allí el esplendor y el sueño de una República real.

 Hemos concluido para este día el muelle flotante y el paseo por las palmas, que marca el camino desde La Punta hacia la parte interior del Centro Histórico. También hoy se abre ese castillo, cerrado después de la violencia del huracán que dañó la linda exposición que allí estaba y no fue posible salvarla. Pero ahora está el castillo para admirarlo como tal, con una señalética que explica a la persona qué significado tiene ese castillo de San Salvador, que está firmado con el nombre del ingeniero militar del rey, Antonelli.

 Gracias por venir, sobre todo porque los que están afuera demostrarán su devoción dándole tres vueltas al árbol. En consideración a los niños, por estar ese piso cubierto por la lluvia de la madrugada, no lo haremos. No tiene otro sentido. Es porque hasta una niña, la más pequeña, habló de la preocupación de su mamá por conservar limpios sus zapatos. Y es bueno hacerlo, porque ellos serán los que anden La Habana en el futuro y si cuidan sus zapatos podrán hacerlo mejor. Andarán La Habana. En medio de ese grupo hay ya historiadores, médicos, abogados, quién sabe; a lo mejor la suerte está ahí delante de nosotros.

 Gracias por venir a este sitio. Dentro están los cuadros restaurados. Han luchado los restauradores como los primitivos habitantes de La Habana. Según la justificación, para abandonar el lugar de la fundación, a pesar de haber invocado a San Marcial, las hormigas se lo comían todo; en este caso las termitas. Me aseguran que están debajo del edificio. Hemos horadado los cimientos, colocado todo tipo de insecticidas; las hemos buscado debajo del árbol, detrás de los cuadros y hemos logrado, al menos, una victoria momentánea. Siempre habrá que luchar contra hormigas o contra gigantes, como el Quijote. Siempre veremos en esos molinos, cuyas aspas dan vuelta, a los gigantes que intentan ponerse en el camino de nuestra esperanza.

 Como el Quijote, como el ilustre alucinado que marca el devenir de nuestra historia, que ha sido siempre el diálogo entre el Quijote y Sancho, entre el sueño y la realidad, salgamos adelante.

 Felicidades a todas y a todos

 Muchas Gracias

 

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