Tomado del sitio web Habana Radio
Por Ana Lidia García Hernández
Fotos: Alexis Rodríguez
Desde finales de 2012, el Capitolio Nacional es objeto de la restauración de mayor envergadura desde su inauguración en 1929. Debido a su condición de edificio con grado de protección 1 – explica a Habana Radio la proyectista principal Marilyn Mederos –, la prioridad ha sido “rescatar sus valores arquitectónicos, históricos, tipológicos y, al mismo tiempo, actualizar todos los sistemas tecnológicos con los que debe contar un inmueble del siglo XXI”.
Como se ha anunciado, este ícono de la arquitectura cubana, retomará el uso para el que fue construido: ser la sede del Parlamento, algo que “favorece mucho la intervención porque las instalaciones están preparadas precisamente para estas funciones”, agrega la arquitecta Mederos.
El Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, ha declarado que este sitio, Monumento Nacional, “se adecua perfectamente porque fue diseñado para una función bicameral, de una parte estaba el Senado y de otra la Cámara de Representantes”.
Además ha señalado en entrevistas con la prensa, que la Cámara da el espacio perfecto para la Asamblea Nacional, solo con la modernización de todos los sistemas que hoy conlleva el ejercicio parlamentario, incluyendo una sala de prensa, diseñada originalmente: “Cuando se retiraron las construcciones foráneas que se hicieron allí y otro tipo de obras posteriores, ha aparecido en toda su magnitud el espacio de la prensa, relacionado con el acceso de los taquígrafos de la época a la sala de sesiones”.
Luego de casi tres años de intenso trabajo, prácticamente culminan las labores en el ala norte del inmueble y continúan los procesos de investigación y diagnóstico en el resto de los espacios. La ingeniera civil y proyectista general Marisol Marrero, comenta a nuestra emisora que “ha sido muy importante dividir la obra por etapas para que puedan utilizarse las áreas terminadas que, incluso, se abrirán al público”.
La intención es que la Asamblea Nacional se traslade para la zona concluida próximamente y mientras ocurre ese proceso continuarán los trabajos en el ala sur, anuncia Mariela Mulet, jefa de la Unidad Presupuestada de Inversiones (UPI) Prado, de la Oficina del Historiador de La Habana (OHC). Además, especifica, se han comenzado a intervenir la escalinata, el pórtico y el Salón de los Pasos Perdidos.
La UPI Prado ha liderado la intervención, ejecutada por la Empresa Constructora Puerto Carena de la OHC con el apoyo de estudiantes de la Escuela Taller “Gaspar Melchor de Jovellanos”. Por su parte, la Empresa de Proyectos “Restaura”, de la OSDE Centro Histórico, ha realizado la investigación, el diagnóstico y la proyección, con el esfuerzo de otras entidades como la Empresa de Proyectos EPROB y la Empresa de Servicios Especializados de Protección S.A. (SEPSA). Estos últimos se han encargado de diseñar, instalar y poner en marcha los sistemas de seguridad, actualizados según las normas existentes. A su vez, la Empresa de Telecomunicaciones S.A (ETECSA), se ha ocupado de la colocación de las pizarras telefónicas con todos los implementos.
Sobre el financiamiento de la restauración, Leal ha dicho: “es la nación la que hace las obras. Nosotros somos los fieles ejecutores de una voluntad política y de una determinación nacional en cuanto a la preservación de la memoria histórica de Cuba, no solamente en el Capitolio sino en todos los monumentos, edificios y sitios patrimoniales”.
EL RESPLANDECER DE UNA OBRA MAJESTUOSA
Recorrer el Capitolio Nacional es también transitar por periodos de la historia de la Arquitectura. Se dice que está inspirado en el clásico capitolio romano y que aparece nombrado por algunos expertos como uno de los seis palacios de mayor relevancia a nivel mundial.
Exponente del eclecticismo por la combinación de varios estilos, pueden apreciarse en él “los códigos neoclásicos en elementos de fachada como la simetría, las columnas y el uso de esculturas como reinterpretaciones de símbolos clásicos”. Al mismo tiempo, añade la arquitecta Marilyn Mederos, en muchos de sus interiores, como en las oficinas del tercer nivel o en la Sala de Armas, se utilizó el neorenacimiento español como referente para el diseño, evidente en aspectos como falsos techos, mobiliarios y paredes.
Un equipo de Habana Radio tuvo la oportunidad de caminar por los inmensos pasillos y salones del edificio, donde en periodos de intenso trabajo han confluido alrededor de 500 personas y en los cuales actualmente laboran cerca de 250. Además de deleitarnos con la belleza de cada uno de los espacios ya restaurados, conocimos detalles del proceso llevado a cabo para devolverles el esplendor de antaño.
En cuanto a su estructura, el Capitolio posee un primer nivel o planta baja que funciona como distribuidor; un segundo nivel donde se encuentran el Salón de los Pasos Perdidos y los grandes salones protocolares; un tercer nivel que acoge las oficinas de la presidencia y un último donde radicará el resto del personal. En todos los casos, aclara la proyectista general Marisol Marrero, se ha intentado asegurar el máximo confort posible: climatización en algunos casos, tecnologías para conexión de voz y datos, telefonía, etc.
La elevada altura de los puntales y la exuberante decoración de los falsos techos, agrega, determinaron la utilización de equipos que permitieran introducir los nuevos sistemas sin dañar nada: “Los operarios hicieron un trabajo realmente encomiable pues se introdujeron por pequeños espacios para pasar las canalizaciones de sistemas eléctricos y de seguridad”.
Sobre el estado de los falsos techos al comienzo de la restauración, la especialista explica que en muchos casos se pudieron recuperar los originales, en algunos solo hacerles una limpieza y ni siquiera retocar los colores. En otros, fue necesario retirarlos, reproducir todas las piezas de yeso y colocarlos luego de haber reparado la losa de cubierta. Asimismo, hubo zonas en las que tuvieron que bajarlos porque no había suficiente espacio para ubicar los sistemas actuales.
Otro de los retos en la rehabilitación de interiores fue el diseño de muebles que permitieran enmascarar los equipos de clima y, además, tuvieran el estilo de las salas. Al respecto, Marrero destaca que se hicieron rodapiés de madera para encubrir las tuberías que alimentan con agua los equipos de clima. De esta experiencia, recuerda que “fue muy difícil hallar las canaletas tecnológicas que estuvieran acorde con el mobiliario del lugar. Se revisaron muchos catálogos para encontrar las que se necesitaban”.
Del mismo modo, la mayoría de las luminarias tenían piezas faltantes, las cuales hubo que reproducir al igual que los plafones. Marisol Marrero narra que fue necesario realizar un inventario, lámpara por lámpara para poder completarlas, “siempre con la premisa de mantener las originales”. Los lucernarios también se han hecho nuevos, vale destacar en este caso la intervención de la artista Rosa María de la Terga.
Los muebles, advierte la proyectista principal Marilyn Mederos, se hallaban en buen estado en gran medida. Solo se recurrió a la restauración de partes dañadas por el uso.
Para el carpintero Jorge Félix Abreu, de la Brigada de Acabado de la Empresa Puerto Carena, trabajar en el Capitolio le ha hecho recordar su época de aprendiz, pues ha descubierto cosas que nunca había visto en sus 30 años en el oficio. Su colega Domingo Camallery agrega que se han encontrado con líneas de carpintería que no se hacen en la actualidad y que por eso han tenido que familiarizarse con ellas primero para luego restaurar con fidelidad. “Pero es un trabajo muy bonito, hemos aprendido mucho con lo que hemos visto en este tiempo”, asegura.
Según aborda un artículo sobre el Capitolio en el blog “Cuba en la Memoria”, los elementos componentes del mobiliario, la lamparería y los herrajes de la carpintería, entre otros, cuentan con diseños propios y con monogramas particulares para este edificio, encargados para su construcción en la década de 1920. La prestigiosa empresa “Waring & Gilow Ltd.”, radicada en Londres y especializada en decoración y ornamentación tanto en interiores como exteriores, fue la encargada de ejecutar toda la ambientación general del proyecto, y constituye uno de los aspectos más destacables.
De modo particular se encomendó el diseño y elaboración de elementos como los herrajes de bronce a “The Yale & Towne Mfg. Co. de Stanford”, Connecticut. La “Societe Anonime Bague” y la “Saunier Frisquet”, de París, tuvieron a su cargo la lamparería; las casas “Fratelli Remuzzi” de Italia y “Grasyma” de Alemania, todos los trabajos en mármol, basalto, pórfido, granito y ónix. Las labores de herrería y fundición, como barandas, rejas, escaleras de caracol y faroles de los jardines, fueron ejecutados por el establecimiento de los señores “Guabeca y Ucelay”, cuyo taller se localizaba en el barrio habanero Luyanó.
Los baños que actualmente exhibe el edificio, fueron intervenidos en su totalidad debido al deterioro de las instalaciones hidrosanitarias: “las piezas se hallaban muy dañadas, incompletas y manchadas por el uso continuado durante tantos años”. La arquitecta Mederos señala que era prioridad “eliminar esos espacios de humedad y también lograr la uniformidad”. Con respecto al mobiliario de estos espacios, se siguió la revisión de los catálogos American Standard y se seleccionaron muebles similares a los que poseía.
Como dato curioso, las proyectistas Mederos y Marrero, explicaron que el edificio tiene 58 tipos diferentes de mármoles, y fue una suerte haber podido contactar con una de las empresas que enaquella época vendió los originales para reponerlos: la casa “Fratelli Remuzzi”, de Italia.
Como sucedió durante su construcción, cuando destacados artistas como Leopoldo Romañach, Armando Menocal, Enrique García Cabrera y Manuel Vega dejaron su huella en pinturas murales y lienzos que decoran muchos ambientes, en la restauración actual intervienen también creadores y artesanos del patio.
Los jardines, concebidos por el arquitecto, urbanista y paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier resultan otro atractivo del magno edificio. Al comenzar la restauración a finales de 2012, estas áreas se hallaban muy deterioradas, alrededor de un 85 % tuvo que ser recuperado: “Se realizó un intenso levantamiento topográfico para asegurar la fidelidad con la intervención primigenia. Fue muy cuidadosa la labor de selección de granitos para la confección de los terrazos”, refiere la proyectista principal Marilyn Mederos.
La escalinata monumental constituye sin dudas otro llamativo del inmueble. Escoltada por dos grupos escultóricos hechos en bronce: El Trabajo y La Virtud Tutelar del Pueblo, de poco más de 6 metros de altura cada uno del escultor italiano Angelo Zanelli, cuenta con cincuenta y cinco peldaños y tres descansos intermedios.
En el Salón de los Pasos Perdidos asombra la solemnidad de la Estatua de La República, obra también de Zanelli, hecha en bronce, la tercera escultura techada del mundo en altura. Situada bajo la cúpula, tiene un peso de 30 toneladas y una altura total de 14,60 metros, y descansa sobre un pedestal de mármol de 2,50 metros. Este monumental espacio de unos 50 metros de largo; 14,5 de ancho y 19 de puntal, se debate entre el renacentismo italiano y el eclecticismo, y se extiende como puente entre los cuerpos laterales del edificio. En su centro se halla el brillante de 25 kilates, el cual fija el punto de partida de todo el sistema de carreteras del país.
UNA HISTORIA DE MÁS DE 80 AÑOS
Cuenta la investigadora Amarilys Ribot en su artículo “El kilómetro cero” que el terreno que hoy ocupa el Capitolio de La Habana “fue, alguna vez, allá lejos y hace tiempo, una ciénaga que un día fuera dragada y terminó por convertirse en un vertedero de basura…” En el año 1817, el espacio fue ocupado por el Jardín Botánico, el primero en la historia de la ciudad. Unos treinta años después, “se construyó en el lugar una estación para el ferrocarril, la Estación de Villanueva, pretenciosa, amplia y bien ubicada, que con el decurso de la vida y el crecimiento capitalino, se quedó insuficiente y desubicada”.
Estación de Villanueva, posteriormente demolida. En esos terrenos se comenzó a construir el Capitolio
En 1910 ocurre el cambio de los terrenos de Villanueva por los del Arsenal de La Habana, bajo la presidencia de José Miguel Gómez. El arquitecto argentino Roberto Segre señala en su libro “Arquitectura antillana del siglo XX” que desde la adquisición del espacio se pensó en la construcción de un Capitolio que albergara al Palacio Presidencial, proyecto de Eugenio Rayneri, padre e hijo.
Pero según Amarilys Ribot, “presidentes que van, presidentes que vienen, los años que pasan, la sede del Ejecutivo que se ha construido en otro lugar y el terreno que hoy ocupa el Capitolio era un aquelarre donde se conjugaban los restos de la vieja estación ferroviaria y un parque de diversiones”.
Segre refiere que en 1914 el presidente Mario García Menocal decide transformarlo en sede del Congreso y pide la colaboración de los arquitectos Félix Cabarrocas y Mario Romañach. En 1921, los trabajos estaban bastante adelantados, pero un decreto del presidente Alfredo Zayas, basado en la grave crisis económica del país, paralizó la obra.
Construcción del Capitolio Nacional
Con la llegada de Gerardo Machado al poder, se reinicia la construcción en 1926. El proyecto sigue en manos de Evelio Govantes y Félix Cabarrocas, pero las limitaciones percibidas en el diseño, así como la presencia de Forestier y su equipo de arquitectos, generan un grupo de modificaciones que paulatinamente mejoran la solución definitiva.
Según señala el estudioso argentino, “las intervenciones de notables arquitectos como Raúl Otero con los profesionales de Heitzler y Leveau, José María Bens y finalmente Eugenio Rayneri y Piedra, fueron dotando de mayor ligereza el bloque exterior y modificando positivamente el tratamiento general de la decoración interior, la selección de los materiales y la valorización del Salón de los Pasos Perdidos, el mejor espacio monumental interior de la cuidad”.
Construcción del Capitolio Nacional
Luego de varias transformaciones en los proyectos de ejecución y varios periodos de paralización de la obra, el Capitolio queda inaugurado bajo el gobierno del dictador Machado en 1929 como sede del Senado y la Cámara de Representantes. Tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, pasó a ser museo y después acogió al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) y a la Academia de Ciencias.
Inaguración del Capitolio Nacional (1929)
HACIENDO HISTORIA, CONSTRUYENDO PARA EL FUTURO
Al llegar a la cima del Capitolio, luego de casi dos horas de recorrido, la ingeniera civil Marisol Marrero, proyectista general de la obra, explica a Habana Radio que cuando comenzó la restauración el edificio estructuralmente se encontraba en muy buen estado. Los daños estaban concentrados en las losas de cubierta, debido a las filtraciones ocasionadas por el vencimiento de la soladura. Fue necesario hacer reparaciones estructurales, se llevaron a cabo procesos de limpieza de acero y aplicaciones de mortero para sanear los elementos deteriorados, pero en ningún caso hubo que hacer sustituciones.
Ahora bien, aclara Marrero, la cúpula ha sido el objeto de obra más difícil, particularmente en el último cuerpo que es la linterna, ubicada a 93 metros de altura sobre el nivel de la calle, por lo que lleva una secuencia constructiva y una organización de obra muy compleja. “Como está revestida en piedra de Capellanía, durante los trabajos de diagnóstico, parecía que estaba en buen estado pero al profundizar se descubrió que la estructura metálica tenía daños irreversibles. La causa fue la corrosión del acero porque estaba embebida dentro de hormigón y a la vez revestida en piedra, materiales que dilatan y contraen de manera diferente, que a causa de la falta de mantenimiento perdieron el rejuntado de sus piezas. Por ahí se filtró el agua y empezó a corromper. Vamos a tener que quitar los elementos metálicos y rehacer todo ese último cuerpo. Eso ya está en proceso”.
Quizás muchos transeúntes, habrán apreciado que sus fachadas comienzan a relucir. En el trabajo de limpieza y completamiento de las piedras de Capellanía se trabajó con tecnología alemana, con la compañía Project Manager, informa Marrero: “Sus especialistas hicieron un trabajo muy interesante pues lograron sacar muestras de distintos colores y completar las partes faltantes. Trajeron su equipamiento y nos hicieron también la propuesta de los productos de revestimiento para la conservación posterior”.
Para esta ingeniera, contribuir con la recuperación del Capitolio ha significado un enriquecimiento profesional valiosísimo. Está convencida que al igual que ella, los profesionales que allí han trabajado y continúan trabajando siempre recordarán estos años. Por su parte, la arquitecta Marilyn Mederos, explica que ha sido un constante reto determinar las tecnologías y metodologías a emplear para salvar el edificio pero, sobre todo, conservar sus valores. “Creo que estamos haciendo historia”, afirma Marrero.
Más que recuperar una obra “colosal”, el Historiador de La Habana Dr. Eusebio Leal Spengler, ha señalado que asistimos “a la restauración de la memoria”. Además de constituir un símbolo de La Habana y de Cuba, el Capitolio es parte de la identidad y de la historia de nuestra nación.