Tomado del sitio web Cuba Contemporánea
Por Maya Quiroga
La Casa Aguilera, un inmueble de arquitectura mudéjar del siglo XVIII que se distingue por su elegancia y majestuosidad en la esquina de las calles Mercaderes y Amargura, en La Habana Vieja, acoge desde hace una década al Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana.
La institución fue concebida para mostrar el desarrollo de la cerámica nacional desde la década del 40 del siglo XX hasta la actualidad. Alejandro G. Alonso, el director del museo, bien conoce de desvelos y preocupaciones por legitimar esta disciplina dentro del contexto de la contemporaneidad.
“El Museo nació en pleno Período especial como resultado de la colaboración de muchas instituciones. Hemos ido creciendo en la colección y en espacio. Su primera sede fue el Castillo de la Real Fuerza, donde radicó por espacio de 15 años como institución subordinada al Consejo Nacional de las Artes Plásticas.
“Se inauguró sin colección gracias a la buena voluntad de muchas personas, al apoyo del Ministerio de Cultura y de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, instituciones que aportaron parte del financiamiento.
“Con el tiempo, los artistas han visto la necesidad de fomentar la colección y han donado piezas para hacerlo. Hoy contamos con un total de 1 500”, explica una de las voces más reconocidas en materia de cerámica artística en la Isla.
En opinión de Alonso, cinco lustros después de que naciera el museo, jóvenes y consagrados se han animado a revelar sus inquietudes creativas a través de esta manifestación de las artes visuales:
“Hemos hecho un esfuerzo extraordinario para impulsar el movimiento de la cerámica artística contemporánea en Cuba y debemos hacer que se mantenga. Algo hemos alcanzado. Hoy hay un lugar donde la gente puede ver la cerámica artística, un sitio para encontrarse los creadores y apreciar piezas de gran envergadura”.
Sobre la situación actual de esta especialidad, comentó que “La Habana es un lugar especial por su clima propicio para el desarrollo del arte en general. Aquí viven muchos artistas que han venido de otras provincias hacia la capital. En Sancti Spíritus existen familias de ceramistas pero su producción es más bien artesanal.
“Un grupo de profesores y alumnos del Instituto Superior de Arte (ISA) fundó el Proyecto Barro Espiritual con un esfuerzo muy grande. Puedo mencionar a Carlos Enrique Prado Herrera (La Habana, 1978), quien entre 2002 y 2012 trabajó como profesor de Escultura y Cerámica en el ISA.
“Actualmente no se estudia cerámica como especialidad en ninguna academia de Cuba. Algunos artistas han logrado realizar pasantías con expertos extranjeros pero eso no es suficiente”, aclara.
Como parte de su labor para visibilizar la cerámica nacional, el Museo organiza la Bienal de Cerámica Amelia Peláez, un evento de carácter nacional dedicado a esculturas instalativas y paneles, y en años alternos a las vasijas.
“En diciembre de 2015 el evento estará dedicado a la vasija. Este evento comenzó en 1992, en el Convento de San Francisco de Asís, pero hace diez años tenemos como sede habitual el Centro Hispanoamericano de Cultura. La convocatoria de este año hace énfasis en los recipientes, para así hacer justicia al contenedor que, como la cerámica, tuvo su origen en la vasija.
“Hoy podemos hablar de una mayor solidez en las muestras que se exhiben cada año en la Bienal de Cerámica. Al principio solo competían piezas de pequeño formato. Ya en 1998 se ampliaron las dimensiones de las obras hasta 120 cm. En el 2000 se incorporaron las instalaciones y en el 2010 se incluyó la categoría de proyectos realizables.
“A través de estos eventos y de las dos ediciones del Encuentro Internacional de Cerámica de Pequeño Formato, se han enriquecido los fondos de nuestra colección de cerámica contemporánea”, concluye el experto.
Nombres como Pedro Cantero, Carlos A. González y Alejandro Cordovés se han hecho habituales para los amantes de la cerámica artística en la mayor de las Antillas. En el quehacer de estos artistas está presente la función cuasi utilitaria de la cerámica, pero como una preocupación constante por transcender lugares comunes y lograr verdaderas piezas que conjuguen belleza y funcionalidad.
En cada muestra que se inaugura dentro del Museo está presente la impronta de los pioneros del movimiento de la cerámica artística en Cuba. No se debe olvidar a un hombre como el doctor Manuel Rodríguez de la Cruz (Las Villas, 1902- Ciudad de La Habana, 1990), médico y ceramista.
El Museo rinde tributo perpetuo a Amelia Peláez, una artista de vanguardia con los ojos puestos en los motivos nacionales. Se recuerda siempre a los creadores del Taller de Cubanacán, entre ellos el maestro Alfredo Sosabravo.
La historia de la cerámica en Cuba es hermosa y a ella están unidos también los nombres de José Antonio Rodríguez Fúster, Fernando Velázquez Vigil, Ángel Rogelio Oliva, Oscar Rodríguez Lasseria; los maestros del Taller Experimental de Nueva Gerona y del grupo Terracota IV.
A 25 años de la fundación del Museo Nacional de la Cerámica Contemporánea Cubana, en un mismo espacio conviven armoniosamente vasos, platos, instalaciones, esculturas elementos artísticos y utilitarios que dan fe de cómo se ha desarrollado el trabajo con el barro en la Isla.