Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
Desde el año 2010 Juan Vicente Rodríguez Bonachea y el niño Diego Gejo se ponían a dibujar y no había maestro ni alumno. A pesar de la diferencia de edades –entre el adulto y el pequeño–, no se establecía entre ellos una subordinación, sino una intensa comunión. Eran ambos, dos oficiantes en el acto mágico de crear; dos colegas que compartían técnicas y sueños.
Hoy, pasados cinco años, Diego, de 9 años de edad, homenajea al ya desaparecido pintor e ilustrador cubano (1957-2012) en una muestra de 21 obras, que cautiva desde que comienza a recorrerse, en la primera planta de la Casa Oswaldo Guayasamín, situada en el Centro Histórico de La Habana.
Según expresa Alex Fleites en el catálogo de la muestra, “si Diego alguna vez trató de acercarse a la muy personal figuración del Bona, no fueron pocas en las que el artista se propuso, con fortuna, penetrar en el mundo alucinado del niño. Creo que, mediante una simbiosis, ambos salían enriquecidos del momento de feliz conjunción: el artista como niño, el niño como artista”.
Diego tiene una formación de dibujo en la academia –Escuela de Artes Plásticas, en el Vedado–, pero esta muestra de dibujos comienza en el 2010 como un juego de Bonachea siendo niño y Diego, desde niño, como un artista, es decir, dos niños creadores unidos por el juego y el arte, nos expresó Harold García, artista de la plástica y profesor de dibujo.
“Vemos en esta exposición, más allá de un homenaje, un juego interactivo para agasajar a Bonachea, un amigo de la familia muy vinculado con Diego desde edad temprana“, añadió García.
Situada en Obrapía núm. 111, la Casa Oswaldo Guayasamín nació el 18 de enero de 1992, por el noble empeño del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, y de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. El inmueble del siglo XVIII posee salas de exposición permanente donde se honra y salvaguarda la memoria del pintor de Iberoamérica, y otras galerías que acogen exposiciones transitorias.