Justo en el centro de la línea

Historietistas de Villa Clara y Cienfuegos exponen sus obras en la Vitrina de Valonia como parte del repaso que esta peculiar institución hace del noveno arte en el país

Por: Antonio Enrique González Rojas

Con D´Líneas centrales, la Vitrina de Valonia continúa su escrutinio por la actual geografía historietística cubana, en pos de visibilizar, al menos en sus espacios galéricos, las zonas creativas más singulares de la nación, o al menos identificar las principales tendencias visuales y discursivas que caractericen las hechuras de las más nuevas generaciones de autores a todo lo largo de la isla. Desde las regiones de Villa Clara y Cienfuegos provienen los cuatro autores expuestos en esta ocasión: Ernesto Alejandro Montero (Ale), William Farías, Fabián Sotolongo y Víctor Alfonso Cedeño (Vito); este último más conocido por ser el autor de la serie animada Dany y el club de los berracos.
A punto de estrenar su quinto capítulo, es muy válido recordar los orígenes gráficos de Dany, Mauricio y el chino, cuyas aventuras adolescentes se publicaron inicialmente en forma de tira, bajo el título Los chicos, en el suplemento humorístico cienfueguero La Picúa. Llegan a una suerte de “mayoría de edad” con el libro El secuestro de un cómic (Reina del Mar Editores, 2009).
Precisamente, D´Líneas… cuenta con las treinta páginas originales de la obra que nombra al volumen —junto a las historietas Torpe y El Caballero se enfrenta con el Fisgón—, donde Vito acude y repasa con nostalgia, admiración y mimética habilidad, épocas doradas de la gráfica nacional, sobre todo post 1959, enrumbada entonces hacia horizontes muy altos, gracias al talento de la nutrida tripulación.
Desde una visión juvenil, no carente de fresca sátira y ligereza bien pensadas, Vito se apropia y recontextualiza personajes como Subdesarrollo Pérez, Julito 26, Pucho, Botark, Yeyín, Matías Pérez y sus enemigos jurados Jub y Seboruk, Mago Ahmed, Holmos… y autores más caros como Manuel, Wilson, Arístides, Álben, Nuez, Abela, Oliver, Padrón, José Luis, Virgilio, Luis Lorenzo, Lillo, Martirena, Pedro, Ares, Garrincha; sin dejar fuera a varios clásicos mundiales: Mafalda, Tin Tin, Astérix, El Hombre de Negro…, algunos completamente olvidados por nuestros públicos, que casi ya ni recuerda el placer de disfrutar una historieta, de tanto raquitismo editorial.
El trazo propio de Vito, sencillo, escueto, pero muy coherente, se ve respaldado por otro imprescindible elemento —más raro aún en los predios de la historieta cubana actual, si se quiere— que es el eficaz guión, donde el agudo humor concomita con la grácil aptitud narrativa que siempre lo ha distinguido como creador de historias, incluso más que como dibujante.
El humor también signa una significativa parte de la obra de Fabián, con su historieta Tamagotchi. La amenaza fantasma, protagonizado por sus recurrentes personajes Rock y Rollo —que también aparecen en El secuestro…—, cuyas historietas se publican actualmente en la contraportada de la revista El Caimán Barbudo. Con guión del trinitario y humorista Ramsés Morales, esta aventura sci-fi de tintes grotescos destaca la línea segura y dinámica del autor. La intensidad y densidad de las apretadas viñetas no se riñe con la fluidez del relato, la nítida composición de los planos y la lógica orgánica de las distintas secuencias.
Las obras Niño de este mundo y otras dos sin título, derivan hacia una zona abiertamente expresionista, tanto en lo visual como en lo discursivo, que valida por fortuna los códigos de la historieta como fructíferos elementos para la expresión plástica en general. No resulta tan rara avis dada las apropiaciones que de estos han hecho creadores del “otro lado del muro” como Lázaro Saavedra, Reinerio Tamayo, Carlos Garaicoa, Rocío García, redimensionando las formas más convencionales de presentarla y apreciarla.
La elipsis narrativa y la economía iconográfica extremas se combinan con atmósferas indistintamente claustrofóbicas y agorafóbicas, conseguidas a base de rudas pinceladas de altos contrastes entre blanco y negro. Le confiriere a las piezas equívocos aires xilográficos y altos niveles simbólicos. Delata así Fabián una arista visual donde prima la búsqueda, la trascendencia del divertimento y la convención…
Las piezas de los villaclareños: originales de las obras Global Zombi (William) y Albahoa y la maldición de las tataguas (Alejandro) detentan una mayor emergencia. Hacen patente, en primera instancia, el universo referencial sobre el que se asientan, además de la paratextualidad que circunvala sus propuestas.
Global Zombi es tal y como suena: una mirada al muy popular suceso transmedial de los zombies, que tanto en la historieta como en el audiovisual cuenta con cumbres creativas como The Walking Dead, y las novelas de Max Brooks en el plano literario. William se apropia de una estética, composición y montaje deudores del manga nipón y el grafiti, pero con afeites personales que lo singularizan un tanto.
Albahoa…, dedicada a un público infantil, igualmente tributaria de la línea japonesa pero con nítidas muestras de su metabolización en aras de un estilo propio, es una saludable mirada hacia la cultura taína cubana; si bien desde una libérrima (y espero consciente) recreación iconográfica que conjuga elementos de los aborígenes norteamericanos con dicha mitología taína, llegando hasta revertir ciertos significados, y adicionar nuevos personajes…
La cuidada grafía, la sencilla pero hábil composición y un ritmo narrativo apreciable, convierten a las aventuras de esta niña-aborigen y su totémica mascota, en amena introducción a una zona cultural auténticamente cubana —pues precedió al “ajiaco” post-coloniaje— que apenas trasciende el pintoresquismo o la curiosidad arqueológica. Desde una suave lozanía y promisoria perspectiva, esta es un tipo de historieta “cubana” pero resistente a los encasillamientos que tal concepción ha provocado.

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