Por Isachi Fernández
Un cumpleaños casi siempre genera ceremonias, sobre todo si es el número 15 (la tradición marca pautas). Si se trata del programa de verano Rutas y Andares para Descubrir en Familia, revelador de las potencialidades del turismo cultural entre los cubanos, al menos cabe una mirada a su sostenimiento y desarrollo.
Esa es nuestra propuesta a través de un diálogo con Katia Cárdenas, directora de Gestión Cultural de la Oficina del Historiador de La Habana y fundadora del proyecto.
Hablemos del nacimiento del programa
A finales de 1999 y principios de 2000 hicimos un diagnóstico socio-cultural porque teníamos muchos espacios culturales en el Centro Histórico con propuestas de alto nivel y el público era escaso. El estudio arrojó que una buena parte de la población de La Habana Vieja tenía expectativas que ya estaban contenidas dentro del proyecto cultural de la Oficina del Historiador. Había, entonces, un problema de comunicación.
Desde aquí ya se habían desarrollado iniciativas para sectores vulnerables de la comunidad, como el proyecto de las Aulas Museos y el programa de atención a los adultos mayores, pero necesitábamos un programa que abarcara a toda la familia.
El diagnóstico fue el punto de partida, pero además apelamos a un basamento teórico inspirado fundamentalmente en los estudios de consumo cultural y en investigaciones que relacionaban la gestión cultural con la comunicación. Usamos la metodología de las estrategias de comunicación, por lo que además de concebirlo como un programa público pensamos en Rutas y Andares como un proyecto de comunicación patrimonial.
Todo ello sin olvidar la tradición institucional, desde los recorridos por la ciudad realizados por Emilio Roig, las conferencias públicas y recorridos de Eusebio Leal, incluso el programa televisivo Andar La Habana, que rompió la barrera de desconocimiento de lo que se hacía en La Habana Vieja, ya por entonces declarada Patrimonio de la Humanidad. Este último soporte marcó, sin duda, un importante momento comunicacional de la Oficina del Historiador que sirvió también de referencia para la inclusión en el proyecto de los recorridos que tomaron el nombre de andares.
¿Cómo se ha reinventado el proyecto a lo largo de estos 15 años?
Además de las visitas a museos (rutas) y recorridos temáticos (andares), modalidades iniciales del programa, hemos tratado de complacer a los diferentes públicos que junto a la familia, principal destinatario, se incorporan cada año. De ahí que surgieran los llamados andares virtuales para los ancianos, amén de que no excluyen a otras personas. Fueron creados para los que no pudieran hacer las largas caminatas que suponen los recorridos bajo el sol intenso del verano. También surgieron talleres para niños y adolescentes, y este año se incorporaron talleres intergeneracionales y otros para adultos, que los concebimos a partir de las expectativas de la población.
El proyecto se va reinventando a sí mismo, responde al crecimiento estructural, espacial y temático de la propia Oficina del Historiador y por eso ha salido también del entorno del Centro Histórico porque, por ejemplo, si tenemos una institución en Miramar como la Casa de las Tejas Verdes, eso nos posibilitó hacer recorridos en ciertos momentos por la zona.
¿Cómo surgieron los talleres?
Fueron muy solicitados, de inicio sobre todo por los padres. El crecimiento del proyecto ha estado marcado por las peticiones del público. Así comenzó también el servicio de interpretación para personas sordas y nació el proyecto Somos 1, que responde a los requerimientos de los niños con necesidades educativas especiales. Este año hacemos sinergia nuevamente con el proyecto A+Espacios Adolescentes y estamos visitando las universidades que tienen una vinculación con el patrimonio.
El proyecto va avanzando de acuerdo a las necesidades de los diferentes grupos, se van reorganizando las temáticas, las que se repiten son a petición del público y varias nacen también del criterio de las familias. Por ejemplo, este año el recorrido por el barrio de Pogolotti, en Marianao, fue una solicitud de las propias familias, así como algunos de los recorridos que parecen en los andares de los miércoles.
¿Y en cuanto a las rutas especiales?
Nacieron a partir del Centro Hispano-Americano de Cultura, que no es un museo, pero cuyos especialistas sentían la necesidad de tributar al proyecto. Ahí surge la idea de abordar una temática a partir de múltiples aristas y con la convergencia de distintas manifestaciones artísticas. Este año el Centro elaboró una ruta muy novedosa: la dedicada a la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, cuya presencia nos prestigió.
¿Es agotable Rutas y Andares?
El mismo diseño flexible hace que se modifique acorde con los nuevos tiempos, por eso este año la investigación socio-cultural ha sido mucho más exhaustiva, con muestras más amplias, para evaluar cómo nos vamos a presentar en el futuro. Hay que atender a las nuevas condiciones de la Oficina del Historiador, a la aparición de otros espacios que nos ofrecen otras posibilidades. Por ejemplo, ahora renace el Palacio del Segundo Cabo en su nueva función de Centro de Interpretación de las Relaciones Culturales entre Cuba y Europa, lo que abre un abanico de ideas. Lo que sí es definitivo es que hay que trabajar para la familia cubana, es un concepto muy recurrente en los estudios recientes de ocio en Europa, pero ya nosotros tenemos experiencias al respecto.
El programa se ha replicado en otras provincias, y otras instituciones han tomado esta estructura como punto de partida…
Rutas y Andares fue un llamado de atención a propósito del turismo cultural en Cuba. Entonces muchas provincias, viendo la experiencia de la Oficina del Historiador de La Habana (también desde el inicio recibimos público de otras provincias que planificaban sus vacaciones para participar) tuvieron iniciativas similares. Esto es plausible, pero la clave del éxito de un proyecto es que no sea empírico, sino que se estudie el territorio para que realmente quede anclado en él.