Tomado del sitio web Cuba contemporánea
Por José Ernesto González Mosquera
Durante dos décadas, siempre en abril durante cinco días, el Centro Histórico de La Habana cambia su rutina habitual de servicios y turismo para convertirse en una plaza cultural de importancia internacional.
El Festival de Danza en Paisajes Urbanos: Habana Vieja, ciudad en movimiento ha tomado por asalto calles, callejones, plazas, parques y casas-museo para convertirlos en espacios para danzar, para que público y artistas intercambien y reaccionen ante las propuestas.
Los organizadores han tenido el inteligente concurso del Dr. Eusebio Leal, Historiador de la ciudad, y todo su aparato de gestión cultural. Bendita idea la de la Premio Nacional de Danza Isabel Bustos, directora de Danza Teatro Retazos, de realizar un festival que rompa los esquemas, que sobredimensione el hecho artístico danzario más allá de los teatros y los grandes públicos de élite, volcándolo a las calles para mezclarlo con la gente y la cultura popular.
Bustos ha asegurado a Cuba Contemporánea que “han sido 20 años de búsquedas constantes, de enfrentarse a retos inimaginables, de conseguir lo inalcanzable con el trabajo duro y diario de un gran equipo. Tras este tiempo se van creando nuevas formas de crear, de enriquecer este festival, la danza y las personas -tanto artistas como público-, que participan en él”.
Comenzaron, como es habitual, en la calle de madera de la Plaza de Armas, con Crisálida, una puesta de Retazos junto a la compañía sueca Memory Wax como parte del proyecto conjunto de intercambio artístico Retazos Evoluciona-Tránsitos Habana.
Ha sido un espacio oxigenante para la danza. Habana Vieja: Ciudad en Movimiento ha sido durante sus 20 años, para suerte del público, el espacio ideal para representar los conceptos danzarios más experimentales y transgresores.
En ese espacio de tiempo han confluido multiplicidad de miradas, estéticas, tendencias, estilos y géneros danzarios. Asimismo asistimos a la conjunción de poéticas danzarias de diferentes países como México, Colombia, Noruega, Argentina, Estados Unidos, Alemania, Suecia y Puerto Rico, entre otros. Momentos de contemporaneidad, de tradiciones folclóricas africanas, colombianas, latinoamericanas, de flamenco y fusiones, de video danzas y propuestas poco enmarcadas.
Es una de las virtudes de este espacio: la imposibilidad de moldes estancos en su concepción. Toda danza es buena, siempre que tenga buen gusto, transmita una emoción, un sentimiento, una realidad. No se discrimina por nombre o historia. Es el festival de la danza con y para todos.
Lo mismo se podía encontrar en estas jornadas la mordaz mirada a la realidad de un transexual en el solo Nina en las aceras de látex por la Compañía Rosario Cárdenas Danza Combinatoria, o el colorido y alegría de las danzas folclóricas colombianas interpretadas por la Compañía Artística Kaluá (Colombia). Desde México se retrataba su sociedad, la violencia y el desentendimiento mediante la construcción coreográfica en piezas como 8 menos 45, ya mero!!! (Colectivo Estacionamiento para el viento) y 29-06 (compañía Signos Vitales); el uso de la técnica del clown como metáfora en Elogio de la locura (Compañía Transmutación Danza) o la soledad y vida de una mujer mexicana en Eugenia (Compañía Entretenzzion).
El flamenco llegó gracias a la compañía Ecos, el folclore africano lo trajeron la Oda a las Antillas del Proyecto Experimental de Danza y Teatro Oyu Oro de Santiago de Cuba y el Ballet Folclórico de Camagüey con la fuerza y dinámica que caracterizan a las danzas afrocubanas.
Y la contemporaneidad estuvo presente, con aires de renovación, de búsqueda estética, de cuestionamientos a realidades en piezas sobre el desarrollo conceptual de la vida y la soledad así como el uso técnico del elemento físico por parte de Kalus Danza (Colombia) en Vivi-en-do; el lirismo físico de Company E de Estados Unidos; las exigentes interpretaciones de Danza del Alma de Santa Clara y su Cancionero, o Danza Espiral de Matanzas con sus osadas estructuras (des)formalizadas en el tratamiento callejero de sus coreografías y su intercambio casi inocuo con el público que transitaba las calles.
Hubo un espacio para la creación con talleres de técnica y composición en diferentes géneros, así como un necesario espacio de análisis teórico-crítico de la danza por parte de especialistas de la Facultad de Artes Danzarias del Instituto Superior de Arte.
Cinco días para la danza que busca nuevos espacios, nuevas maneras de legitimarse, de crecer como experiencia artística y humana. Cinco días para que el público no habitual de los escenarios de la danza cubana también conozca qué sucede en su país y en el mundo en esta manifestación artística; cinco días para que el arte no se estanque y llegue a cada rincón de la ciudad.