Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
Las plazas, parques, casas museo e instituciones culturales del Centro Histórico de la ciudad se mueven por estos días al compás de un amplio espectro de tendencias y manifestaciones artísticas, que acercan al espectador a diferentes lenguajes y culturas.
Durante cinco jornadas, moradores y visitantes del entorno colonial habanero se convierten en ciudadanos del mundo. Se trata esta vez de la vigésima edición del Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos Habana Vieja ciudad en movimiento, que ya rompió en todo su esplendor con la actuación de bailarines y compañías de numerosos países de América Latina y Europa.
Primero la muchedumbre se concentró este jueves en la tarde en la Plaza de Armas, donde se hicieron sentir el sabor y los ritmos de la Compañía de danzas tradicionales de Cuba JJ, que interpretó Gewioso, coreografía del panteón Arará. Luego, llevada por el jolgorio del grupo Gigantería caminó-danzando por Obispo hasta doblar por Mercaderes y llegar a la esquina de Obrapía, donde el bailarín cubano Esteban Aguilar atrapó a los presentes con una improvisación personal.
Ya en el parque Rumiñahui, presentaron su arte las agrupaciones Libélula Aire, de México, con Inside; Kalus Danza, de Colombia, regaló No sistemático 2, y fue muy aplaudida la siempre esperada Arlequín, de la provincia de Camagüey, entre otras.
Las Casas Benito Juárez, Oswaldo Guayasamín, de África y la sede de Danza Teatro Retazos también devinieron escenario de sensacionales actuaciones. Compañías de México, como Entretenzzion y Signos Vitales; Musicaribe, de Matanzas, así como las estadounidenses Company, Bistoury y la de Peggy Choy, promovieron múltiples intercambios creativos con los espectadores.
La bailarina ecuatoriana Isabel Bustos, fundadora de este festival, ha reconocido que han pasado ya dos décadas de un esfuerzo continuo haciendo malabarismos y que, sin duda alguna, es una cita de y para la ciudad. Cada vez son más los grupos que quieren participar y afianzar así el sentido de hermandad y humanización entre las personas y los espacios.
El festival goza de una formidable salud. Es un encuentro que con el paso de los años ha ido creciendo y fortaleciéndose, y ha permitido que jóvenes y público en general se apropien de hasta los más inusitados rincones de La Habana, una ciudad que se abre a lugareños y huéspedes desde lo más austero del mudéjar hasta su barroco muy particular.