Tomado del sitio web Juventud Rebelde
Este miércoles se abrirá un nuevo capítulo del festival Habana Vieja: Ciudad en movimiento, que celebra su vigésimo aniversario. Con Isabel Bustos, directora general del certamen, dialogó Juventud Rebelde
«Es una experiencia maravillosa haber podido ver cómo cinco o seis personas se convirtieron en más de 1 200 trabajando en un proyecto social y cultural, cuyo propósito fundamental es apoyar los sueños».
Con esas palabras la premio nacional de Danza Isabel Bustos se refirió a la significación que ha tenido en su vida y trayectoria artística el festival Habana Vieja: Ciudad en movimiento, del cual es directora general y que este año arriba a su aniversario 20.
Hasta la sede de la compañía de Danza Teatro Retazos, conjunto que Isabel fundara hace casi 30 años, llegamos para «capturar» a la incansable creadora, quien parece no tener tiempo para otra cosa que no sea su agrupación y esa especial experiencia que cada primavera convierte al Centro Histórico de la capital en una mágica plaza para intercambiar y mostrar el quehacer danzario del patio y de otras latitudes.
La destacada maestra y coreógrafa reconoce la importancia que ha ganado el festival en la vida cultural de la ciudad, y también del país. «Ciertamente estamos viviendo un momento difícil, de crisis y cambio, en que le corresponde al arte cumplir una misión importante. Todos los días debemos tratar de hacer una obra artística con valores reales, y no falsos. No podemos conformarnos con quedarnos en la superficie, hay que profundizar en el diálogo cultural, aunque es una lucha difícil, pero también divina. Este es el momento de hacer, en especial para los jóvenes».
—Precisamente el certamen ha resultado ser un espacio para que muchos jóvenes desarrollen su potencial. ¿Cuán importante es para usted cultivar el talento novel?
—Por estas puertas han entrado muchos bailarines y de alguna manera todos han mantenido una conexión con nuestra manera de hacer, incluso han desarrollado su carrera llevando consigo lo que aquí han aprendido. Es importante dar oportunidades a los jóvenes para que se muestren. En ese sentido el evento Impulsos (encuentro de jóvenes coreógrafos) cobra relevancia porque es una ventana abierta a la creatividad y el potencial que las noveles generaciones pueden aportar.
«Por eso también somos una escuela. El principal logro de la labor que realizamos radica justamente en crear espacios para el futuro. Los jóvenes siempre traen esa filosofía de “yo sí me como el mundo”, lo cual es bueno, pero una vez que se enfrentan a la disciplina y dedicación que demanda cualquier proceso artístico, adquieren el valor de la experiencia y de la formación cultural. No es suficiente con el talento, hay que cultivarse en todo».
—Danza Teatro Retazos y el festival de Danza Callejera sin dudas destacan dentro del panorama escénico nacional. ¿Qué elementos han definido el éxito de ambos?
—Desde mi postura de creadora se trata de ser fiel a un estilo, dramaturgia y manera de enfrentar el hecho artístico con algo que me parezca interesante: cultural, filosófica, humana y socialmente. Se trata de compartir algo que creo que es válido decir. Si el resultado de todo es el éxito y un trabajo serio, profundo, como creo que lo es, pues ¡qué bueno!
—Usted ha hablado de buscar y transmitir una poética emotiva que pueda llegar al espectador. En ese sentido, ¿cómo valora lo alcanzado?
—Hemos cultivado una filosofía de ser honestos con los sentimientos que te transformen y te permitan ir libre y sin esquemas por diferentes caminos. En la medida en que sea lo más sincera posible con mi obra, el público sabrá apreciar mejor la propuesta y sentirse comprometido o conmovido con la misma.
«Ser tocado por lo que uno está viendo es medular. También tiene que ver con la forma de componer y esto no lo he dicho nunca, pero para mí la plástica es importante, porque aquello que es capaz de atraernos por su forma o composición, tiene la capacidad de establecer vínculos con el espectador y la primera imagen es la que define una intención».
—De alguna forma esa concepción ha guiado el quehacer del festival de Danza Callejera en estas dos décadas de existencia…
—Creo que sí; y ha sido muy formativo. Por ejemplo, yo le digo a un bailarín: vamos a trabajar sobre esta pared con tal objetivo y necesito que hagas esto…, ese planteamiento obliga al intérprete a pensar desde el punto de vista plástico en la pared, encontrarle los valores, explorar los caminos que tiene para realizar lo que le estoy pidiendo. Finalmente todo se incorpora a su crecimiento y desarrollo. La relación entre los creadores y los objetos, la arquitectura, el entorno y las personas, para conseguir espacios vivos es difícil, pero fundamental. Cada objeto con el que se interactúa da una experiencia de vida.
—¿Cómo y cuánto ha evolucionado el festival?
—Hemos tenido cosas interesantes y otras no tanto. Pero todo ha formado parte del río que nos lleva a encontrar lo novedoso. Siempre tratamos de mantener esa fuerza que nos impulsa hacia la creatividad y a plantearnos lo diferente. Eso implica mantener exigencias y autoexigencias; observar siempre cómo marcha la vida.
—Su discurso en escena se caracteriza por recrear la vida con todos sus matices. ¿Qué se necesita para convertir lo cotidiano en motivo de creación artística?
—(Risas). Eso es un talento. No puedo explicarlo. Me gusta ver más allá, creo que es un don que te da la naturaleza y como no lo puedes cambiar hay que aprovecharlo y hacer algo útil.
—¿Cuál ha sido su mayor recompensa?
—Mi vida ha girado en torno a esto. Lo que está fuera de ese universo se siente como algo distante. A veces me pongo a pensar: ¿qué haré después? ¿Me dedicaré a escribir, a pintar, a la coreografía? Y cuando creo que me voy a alejar, regreso porque es una pasión, una que te puede llevar a la tumba, pero una pasión al fin.
«Mi recompensa: haber ayudado a mucha gente, a jóvenes que hoy son coreógrafos. Creo que es una suerte saber que hemos aportado mucho más de lo que pensé sería posible. Nuestra labor ha servido para humanizar y eso hoy, en un mundo convulso, es muy valioso».
—Para muchos es usted una creadora inquieta, rebelde en cuanto a trascender las concepciones de la danza contemporánea. ¿Cómo se define Isabel Bustos?
—Soy muy activa. Creo que se debe a que me encantan los retos. No sé si será herencia, porque mi madre era así. No es algo racionalizado, más bien es un legado de la sangre.
—¿Tiene alguna resistencia a la hora de crear?
—Considero que he sido bastante libre. Me gusta que quien está a mi lado tenga la confianza de hacer lo que siente. Luego vengo y corto, coso, hago algunos cambios, muevo las piezas, las ubico, ordeno, y los retazos los convierto en una colcha, en una obra.
«Cada vez que tengo la sensación de que me voy a repetir, hago lo que sea por reinventarme. Todos los días debemos reinventarnos para poder seguir viviendo, quien no lo haga eventualmente morirá de aburrimiento. Creo que ahí radica la esencia de lo que transforma lo cotidiano en arte».
—¿Qué le falta por conseguir?
—Me gustaría hacer un video, no como los que acostumbro a hacer cada año en el festival… Me gustaría idear un guión, hacer mi historia y realizar un pequeño documental. No sé si de danza, tal vez otra cosa. Por ahora solo lo seguiré pensando.
Se mueve La Habana
Del 15 al 19 de abril regresa el Festival Internacional de Danza en paisajes urbanos, Habana Vieja: Ciudad en movimiento, que este año celebra 20 años de existencia, con la participación de más de 16 países.
La inauguración oficial del certamen tendrá lugar a las nueve de la noche del miércoles 15, en la Plaza de Armas, con el estreno de la obra Crisálida, a cargo de la compañía Danza Teatro Retazos, en colaboración con Memory Wax, de Suecia. La pieza mezcla elementos del circo, la pantomima y el break dance, al tiempo que dialoga en torno a la identidad.
La Compañía Danza Teatro Retazos y Memory Wax estrenarán la obra Crisálida para inaugurar el festival Habana Vieja: Ciudad en movimiento.
Unas horas antes, a las 4:00 p.m., Gigantería será la encargada de dejar abierta al público las exposiciones y muestras con un pasacalle.
Esta edición 20 tiene una característica especial y es la realización de otros dos importantes eventos: el X Festival Internacional de Videodanza DV Danza Habana. Movimiento y ciudad; y Tránsitos Habana, Jornadas Culturales Escandinavas. Esta última propuesta, en su cuarto capítulo, ha diseñado, hasta el día 26 de abril, una atractiva programación en la Fábrica de Arte con muestras de videos y Dj, conciertos y obras de teatro.