Por Isachi Fernández
Los límites entre los artistas y el público se difuminan a veces, sobre todo durante un festival abierto, en que el escenario se expande por varias cuadras e invita a los moradores a completar el programa. No se requiere de un metro, de una guagua, de ningún medio de transporte, la muchedumbre conduce al andante de una locación a otra porque todas las propuestas están a la mano.
En su edición 20, creadores de al menos 17 países, respondieron a la convocatoria del Festival Internacional de Danza en Paisajes Urbanos Habana Vieja Ciudad en Movimiento para intervenir en presentaciones, talleres, conferencias, paneles, conciertos y muestras a partir del próximo 15 de abril.
El jolgorio que organiza la Compañía de Danza Teatro Retazos enriquecerá aún más su espectro esta vez, cuando coincidirá con otras dos citas: el Festival Internacional de Videodanza DV Danza Habana Movimiento y Ciudad, y Tránsitos-Habana. Jornadas Culturales Escandinavas.
Como hay novedades, entre ellas el trabajo conjunto de Retazos y la Company E, establecida en Washington bajo la batuta de Paul Emerson y otros dos creadores, esta reportera dialogó con la directora del festival, la coreógrafa Isabel Bustos.
Dada la fortaleza de Cuba y de Estados Unidos en materia de danza, ¿en la nueva coyuntura política qué posibilidades se abren desde el punto de vista creativo?
Las iniciativas dependen de la empatía de los artistas, yo no voy a buscar entrar en un espacio a presión. Este intercambio con los artistas norteamericanos es inédito. A Paul Emerson le interesa el trabajo de Retazos y cómo se desarrolla el festival. Hace rato que él quería venir pero por razones políticas le había sido imposible. Si funciona este trabajo conjunto, se pueden generar otras acciones, si no, al menos será una experiencia para todos.
Ahora, el festival sí puede enriquecerse con la presencia de grupos norteamericanos, es importante que vengan. Nosotros tratamos de que el arte humanice, que los creadores se relacionen, que se sensibilicen ante los dramas humanos y trabajen juntos por una vida mejor.
¿Ha valorado usted también que grupos de cubanos residentes en el exterior vengan a bailar a Cuba?
Si es por mí, que vengan. Los jóvenes que salen y miran otra realidad, cuando regresan valoran más lo propio. Los que quieran, regresarán y si no, igual, porque al final todos somos ciudadanos del mundo. En muchos países, tú no puedes ni mirarle a los ojos a la gente porque puedes ser multado o preso, tienes que viajar con los ojos gachos, aquí tú llegas y la comunicación es personal, inmediata. Eso es valorado por mucha gente que vive afuera y hay cubanos que lo perciben luego de que han podido viajar y conocer otros mundos.
¿Qué puede adelantarnos del espectáculo escogido para la apertura?
Crisálida es una puesta diferente de Retazos. El coreógrafo, Miguel Azcue, ha tomado del circo, la pantomima, el break dance y todo eso lo ha unido de tal manera que estamos hablando de diferentes salas, diferentes espacios interiores, de casas, que transitan de una situación a otra, y el resultado es un todo referente a la identidad. El espectáculo está concebido de una forma poética y sorprendente.
¿Y en cuanto a usted?
Estoy haciendo Magos y malabares, una obra pequeñita que se va a estrenar en el Festival de Teatro Callejero de Matanzas, y luego se presentará aquí, en las calles, y en el jardín de nuestra sede.
¿Puede agotarse el festival que usted dirige?
Si lo asumes desde la creatividad, no se agota. Hemos enfrentado muchos obstáculos. Yo empecé con siete bailarines y corría de una casa a otra y de una plaza a otra, y además éramos muy vigilados porque había miedo de que rompiéramos el jarrón o la escalera. Y tenían razón porque no nos conocían… Los funcionarios cuidando los museos y nosotros tratando de entrar en ellos. Ya al festival se le reconoce como parte de la Oficina del Historiador de La Habana y le da vida a las calles. En años anteriores, en que esto parecía bombardeado, lleno de huecos por la propia restauración de la ciudad, nosotros bailábamos hasta arriba de los escombros. El espíritu es el que no puede morir.