Son los hijos del director

Tomado del sitio web Cuba Contemporánea
Por Marilyn Garbey
Fotos Alexis Rodríguez

Los hijos del director en La tribulación de Anaximandro

En tiempos en que no abundan las rupturas en el arte cubano aparece una nueva agrupación en nuestro panorama danzario y, de inmediato, se disparan las alarmas. Me encuentro en el bando de los que anhelan un impulso que estremezca el marasmo y nos sacuda la apatía, de los que desean que la danza proponga imágenes inquietantes, convocantes a pensar el mundo en que vivimos. Por eso me atrevo a dar la bienvenida a Los hijos del director.

Bajo la guía de Georges Céspedes, el más reconocido coreógrafo cubano de esta hora, surge la agrupación. Bastaría recordar que George fue Premio en el Concurso Iberoamericano de Coreografía 2002, con Por favor no me limites; Premio Villanueva de la Crítica en 2004, con La ecuación; Premio Luna del Auditorio Nacional de México en 2009 con Carmina Burana, y finalista del Laurence Olivier del Reino Unido por Mambo3XXI. Sus piezas se han representado en el Teatro Real de Madrid, en el Mercat de las Flores de Barcelona, en La Fenice de Venecia, en la Opera de Berna, en el Royal Opera House y en el Sadler Wells Theater de Londres, en el Joyce Theater de Nueva York y en el Gran Teatro de La Habana, entre otros.

Otra vez la madre nutricia de la danza cubana, Danza Contemporánea de Cuba, vuelve a dar frutos. Los hijos del director se suma a la lista de sus vástagos: Así somos, Danza Abierta, Danza Combinatoria, Compañía Narciso Medina, se gestaron en los salones de ensayo del Teatro Nacional y salieron a la luz para multiplicar las maneras de asumir la danza entre nosotros.

Los hijos del directorCercanas a la danza-teatro, en un contexto de renacimiento del arte cubano, donde sumaron como colaboradores a teatristas, poetas, músicos, artistas plásticos, aquellas agrupaciones marcaron pautas renovadoras en su momento y dejaron obras trascendentales, pero ya era hora de cambiar los paradigmas.

George ha tenido el valor de romper el cascarón, dejando atrás la comodidad y la seguridad que le ofrecía la compañía en la cual se formó como bailarín, como coreógrafo y como ser humano. Ahora se acrecienta su cuota de responsabilidad y al rol de coreógrafo se suman otros no tan gratificantes como el de productor.

A sus 32 años, se enrola en una aventura apasionante: trazar el camino para expresarse a su manera, asumiendo todos los riesgos del instante. Y lo hace en una coyuntura socio-económica inédita para el país, que exige repensar las estrategias de producción artística para dialogar con el público. Para ese fin ha juntado a siete bailarines y un equipo técnico dispuesto a trabajar esforzadamente para llevar a escena los asuntos que le preocupan. Algunos, como Yerda Leyva y Aymara Vila, vienen con él de Danza Contemporánea de Cuba; Álvaro Torres es actor, Alexis La O Joya es parte del Laboratorio Nacional Electrónica, autor de la banda sonora de otras obras del coreógrafo. Su sede es el sótano de una Casa de Cultura en el municipio de Playa. El futuro ya comenzó para ellos.

La tribulación de Anaximandro ha sido la carta de presentación de Los hijos del director. Vi la obra en el Teatro Martí y la disfruté de principio a fin. He seguido la trayectoria de George a lo largo de estos años. Aplaudí con fervor algunas de sus creaciones, como La ecuación y Mambo3XXI; a algunas las dejé en un rincón, de otras me quedaron imágenes conmovedoras. Hay constantes de su línea estética que están presentes aquí, pero también es posible encontrar señales que indican futuros cambios en sus proyecciones.

Ya desde el título se subraya la ruptura con lo último que había hecho George, indagaciones sobre la identidad nacional a partir de ritmos musicales que marcaron una impronta. Recuérdese a Benny Moré preguntando: “Quién inventó el mambo que me sofoca, que a las mujeres las vuelve locas”. Y nótese que por estos días se reivindica la rumba como parte del patrimonio y de la cotidianidad de los cubanos. Ahora es la filosofía griega el ámbito donde el coreógrafo encuentra el estímulo para hablar de la contemporaneidad. Podría especular sobre este asunto, sobre el hecho de volver al pasado para mirar al presente. O el de encontrar en la filosofía antigua una herramienta para discursar sobre el siglo XXI. Pero eso quedará para próxima ocasión.

Los hijos del director en La tribulación de AnaximandroComo en otras obras de George, en el trazado de la composición pueden apreciarse líneas perfectamente definidas, como si se tratara de un entramado geométrico que exige precisión en el dibujo de los desplazamientos de los bailarines. Pero ahora pareciera que la coreografía se dividiera en dos partes, a juzgar por el tono de la música y por las gradaciones de la intensidad en el desempeño de los bailarines, dueños de cuerpos muy bien entrenados, formados en las escuelas de arte, que han renunciado conscientemente al virtuosismo.

He visto bailar a Aymara y a Yerda, y sé que son capaces de realizar los más extraordinarios malabares, pero en los primeros momentos concentran la energía para contactar con sus compañeros en escena, aunque ya para el final desatan toda la pasión. Del escenario emana una fuerza que sacude al espectador, y eso es lo que vale aquí, porque no hacen falta saltos espectaculares ni  giros insólitos para interactuar con el otro.

También el diseño escénico fue concebido por el coreógrafo: una larga saya roja que visten hombres y mujeres, una camiseta negra para las mujeres y un cosido de hilos negros para los hombres, pues todos cargan un bulto a sus espaldas a lo largo de la pieza, desde el principio, en el que aparecen en posición fetal, hasta el final, en que lo desatan para calzarse los zapatos con los que saldrán a la vida.

El coreógrafo indaga en cuestiones filosóficas a través de la danza, arte que como el apéiron tampoco se puede definir porque no tiene límites. Y en esta empresa se conecta con las búsquedas de otros coreógrafos en el mundo, que toman la filosofía como punto de partida para ensanchar las fronteras de la especialidad, necesidad que surge del agotamiento de los medios expresivos tradicionales al uso, del deseo de probar otros recursos de comunicación.

A George le interesa, a juzgar por lo que leí en su obra, el conflicto entre el individuo y la sociedad, las relaciones entre el ser humano y el universo que habita. No sé cuántos de los espectadores de Los hijos del director tienen noticias de las adversidades que afrontó el filósofo griego para encontrar su verdad, pero cada quien sabe cuántas tribulaciones afronta, a diario, para defender la suya.

Los hijos del director en La tribulación de AnaximandroLos hijos del director son jóvenes irreverentes que quieren romper los convencionalismos pero reconocen la paternidad del director. Se saben parte de una tradición -donde la irreverencia ha sido constante- que los nutre, pero quieren aportar su punto de vista.

La violencia que signaba la obra del coreógrafo se contiene ahora, el movimiento sufre gradaciones. El cuerpo del bailarín se desplaza en un escenario desnudo entre luces inteligentes y sonidos de altos decibeles, hasta que llega la canción de Nacha Pop. A partir de ahí los intérpretes permanecerán estáticos hasta que se cierre el telón. Los hijos del director, como antes los de Guillermo Tell, quieren lanzar la flecha para probar su destreza. Les deseo buena suerte con  la ballesta.

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