Tomado del sitio web Granma
Por Pedro de la Hoz
Foto: Cortesía del autor
Gastón Joya, protagonista de uno de los más notables sucesos de la vida musical habanera de estos tiempos
En la familia de las cuerdas es el instrumento más grave —con excepción del rarísimo octabajo— e históricamente ha cumplido función acompañante. No abundan conciertos en que desempeñe un papel solista, si acaso los de Bottesini, Dragonetti y, claro está, el infaltable Mozart. Pero en el formato orquestal de nuestros días, nadie puede prescindir del contrabajo, menos aún en los géneros populares de Cuba y Estados Unidos. ¿Qué sería de la charanga sin ese elemento? ¿O del jazz?
¿Cómo olvidar entre nosotros a Orestes Urfé, Papito Hernández, Israel López y Orlando López o desconocer los aportes de Carlos del Puerto y Jorgito Reyes? Muchos más jóvenes aparecen en la escena contemporánea Omar González y Lázaro Rivero. Todos estos nombres desfilaban por mi memoria mientras escuchaba en el teatro Martí a un joven de sobradísimo talento, hijo de contrabajista, Gastón Joya, protagonista de uno de los más notables sucesos de la vida musical habanera de estos tiempos.
Gastón es un peso pesado del instrumento que se mueve entre la raíz de quien se sabe cimiento de la arquitectura musical y la altura insospechada de alguien que se ha propuesto hacer cantar al contrabajo con aires virtuosos. Ni una ni otra función resultan fáciles. El sentido del ritmo en los géneros cubanos implica la comprensión sutil de los desplazamientos que le dan un sabor peculiar al son y al bolero, a la canción y la danza. Más increíble se nos presenta el vuelo melódico autónomo, que nos remite a rápidos ataques y digitaciones endemoniadas.
Y todo se conjuga orgánicamente en el arte interpretativo de Gastón, sin alardes superfluos, tanto cuanto versiona Gitanerías, de Lecuona, en solitario, como cuando en igual condición transmite el filin de una balada de Chucho Valdés.
El contrabajista halló espíritus afines y complementarios en el desempeño de los pianistas Rolando Luna y Harold López Nussa y los bateristas Rodney Iyarza Barreto y Ruy Adrián López Nussa, y su hermana, la jovencísima flautista Gabriela Joya, al recorrer piezas emblemáticas de la cultura musical de la Isla.
Pero si ya la temperatura del concierto era alta, lo fue más todavía al hacer dúo con el baterista Enrique Pla, en una sorprendente versión de Mambo influenciado, de Chucho Valdés, y contar para el cierre con la maestría pianística de Frank Fernández, y su aura romántica a plenitud, en el clásico Ausencia, de Jaime Prats.
Gastón Joya sabe de dónde viene y hacia dónde va y eso es lo más importante.