La singular haitiana del Angerona

Por Teresa de Jesús Torres Espinosa

El volumen fue presentado este sábado a las 11:30 a.m. en la Calle de Madera, frente a la Plaza de Armas

Úrsula Lambert… la singular haitiana del cafetal Angerona es una  apasionante historia acerca del cafetal Angerona, que tiene como figuras protagonistas a Úrsula Lambert –haitiana, morena libre nacida en la zona francesa de Santo Doimingo– y el hacendado alemaán don Cornelio Souchay, dueño de la propiedad.

El título es uno de los regalos que la Editorial Boloña, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, reserva para los lectores en la XXIV Feria Internacional del Libro Cuba 2015. Con su autora, Berta S. Martínez Páez –poseedora de la mayor documentación sobre la historia real de ese sitio– conversó Habana Patrimonial.

¿Qué contienen las páginas de Úrsula Lambert, la singular haitiana del cafetal Angerona?

El texto de Úrsula… se refiere fundamentalmente a la semblanza biográfica no solo de ella como personaje central, sino de otros como don Cornelio Souchay, el amo fundador, otros familiares como su sobrino don Andrés Souchay y su esposa doña Bertha Hesse; don Enrique Gätke, otro alemán ¿amigo?; Belén Samuel, una parda libre y amiga de Úrsula pero también de los Souchay y anteriormente de don Enrique Gätke, y otros más.  Estos son parte de los principales.

Asimismo se hace un bosquejo de los cientos de esclavos y sus descendientes, que, según inventario, eran más de 450, aunque realmente fueron muchos más. Todos ellos son Angerona, un todo. Individualmente no hubiese sido posible ese extraordinario complejo cafetalero, con más de 40 instalaciones la mayoría de grandes proporciones y algunas lujosas para la época. Así consta en las descripciones del  Reverendo Protestante norteamericano Abiel Abbot en su libro Cartas (publicado en Cuba, en 1965), donde relató las bien pensadas instalaciones del cafetal en función de la producción del café, las colaterales y servicios, incluyendo la habitacional de la masa esclava con su hospital y criollero. En una de las dos ocasiones en que allí Abbot estuvo, don Cornelio le dio un recorrido por ellas.

Amén de algunos detalles, que han confundido y desatado ciertas polémicas de especialistas, esos testimonios son de un valor incalculable.

Úrsula… también contiene una parte de los documentos protocolados en su época en las Escribanías existentes, referidos a Testamentos, Codicilios y Actas de defunciones. También actos producidos después de la muerte de don Cornelio relacionados con las cláusulas que según el 1er. Testamento de él, de 1835, decía que estaban en poder de Úrsula (éstas nunca aparecieron). Se refleja, además, el inventario de los bienes de Úrsula después de su muerte acaecida en 1860.

Todas esas semblanzas y documentos dicen mucho de las verdades del cafetal Angerona y de sus gentes y destruyen así infundios  sobre este extraordinario lugar
-Monumento Nacional. Se agrietarán y se desmoronarán artículos infamantes y faltos de respeto hacia personas que existieron realmente; falsedades históricas no solo del cafetal, sino de la nación lamentablemente en imágenes. Contribuimos a poner las cosas en su lugar, reivindicando vidas que aún con virtudes y defectos, como humanos que fueron, fundaron e hicieron posible en el occidente del país el más fastuoso y productivo cafetal de la isla, señoreando entre los más de 130 existentes en el corral San Marcos y parte del de Cayajabos en la época del esplendor cafetalero.

A Ud. se le considera la biógrafa de Úrsula Lambert y de poseer la mayor documentación sobre el Angerona. ¿Cómo le nació esa inspiración?

Modestamente te digo que, al parecer, por los años que llevo tras las huellas de esta persona en particular y del cafetal en general, muchos me consideran como tal, aunque por motivos de la lejanía al Archivo Nacional, fuente principal de cualquier investigación digna, y también por los años que ya tengo, se ha tornado difícil seguir escarbando en los ricos fondos de ese prestigioso lugar.

Con relación a la persona de Úrsula, a medida que las investigaciones avanzaban ella obraba vida y emergía sobre los demás. Don Cornelio y ella entonces eran los personajes centrales, atraían por su fuerza, fascinaban por lo que habían hecho en ese entorno paradisiaco. Los idealicé, hasta que en un conversatorio sobre el tema en los comienzos, una amiga escritora me llamó a que reflexionara sobre ellos como personas.

Y así empecé a verlos en su justa dimensión como seres humanos y fue algo mágico. Sus virtudes y defectos nos acercaron; anteriormente lo malo de sus actitudes, sobre todo las de don Cornelio, me molestaban, no entendía el por qué, y las de Úrsula, teniendo esclavos propios -sus iguales de raza-, mucho menos.

Estudié a Deschamps Chapeaux con sus atinadas investigaciones sobre el negro libre en la habanera ciudad, el porqué de muchos de sus modos de comportarse, de sus procederes imitando a los blancos en algunos de sus estilos. Entonces comprendí las diversas conductas del negro “libre” del siglo XIX que solo lo era en papeles, no en la realidad. Todavía hoy queda mucho por estudiar sobre este tema, no tratado en ningún libro de historia en las escuelas cubanas, solo por especialistas en encuentros y ahí queda todo.

Sin embargo, hay mucho que decir. Aquellos vientos trajeron las tempestades actuales de insatisfacciones, de invisibilidad del negro (a), de discriminación a veces sutil otras lo contario, pero realmente subsiste el problema del negro y de la negra y como género, desde Úrsula Lambert y sus iguales, hasta nuestros días.

Después que ella se va del cafetal por los años 1846-47, por voluntad propia, retorna a la capital, acompañada de sus 29 esclavos y se incorpora a la vida citadina con comodidades; ingresa en una de las cofradías de negros (sociedades de pluralidad social y económica) más prestigiosa, la Congregación de Sufragantes de las Benditas Almas y luego a otra no menos importante, la de Santa Catalina Mártir, junto a su amiga Belén Samuel.

Vemos entonces a Úrsula, ya con cincuenta y tantos años, participando socialmente en la vida cotidiana, mantiene amistad con alemanes radicados en la capital y también con los que visitan la Isla, como el joven pintor alemán A. Hoeffler, quien asiste una noche con otros coterráneos a una cena en su casa, por lo que inferimos la continuidad de sus relaciones con los amigos de antaño de don Cornelio y don Andrés Souchay. Úrsula sigue siendo Úrsula.

Te confieso que al dejar, por los años 2003-2004, de visitar el Archivo por la escasez de transporte a Artemisa, ya estaba entrando al siglo XX por los documentos encontrados que seguían la secuencia de Úrsula y Belén con personajes posteriores. Todavía hay mucho que hacer, rastros que seguir.

Llegué al extremo de tratar de permutar el piso de los bajos de mi casa de dos plantas para acercarme al Archivo, al cual considero mi segunda casa. No podía pedir más, pero todo quedó en la nada.

Espero por un milagro, ¿por qué no? Aún me veo escarbando papeles viejos, parte que conozco porque ya los toqué. Encontré -pues lo percibí- el rastro para empatar las historias que son muchas, increíbles, representan todo una época, varias de ellas serían el referente para conocer los porqué de muchas situaciones del pasado.

Muchos años antes, en septiembre de 1959 pisé por primera vez las benditas tierras del antiguo cafetal Angerona por un artículo publicado en la revista Bohemia de ese mes, del periodista Castañeda titulado Angerona, una ruina en silencio. Ahí comenzó mi unión para siempre con Angerona, y cuando los años pasaron todos mis artículos sobre él terminan con esta frase: Angerona …nunca más una ruina en silencio. Y lo he cumplido.

Por los años 1983-84 Luis Enrique Permuy, un joven miembro del primer grupo de adolescentes que investigaban en el cafetal, pertenecientes al grupo de teatro que dirigía el Instructor Juan Ruiz de la Casa de Cultura de Artemisa, se unió a mí en los afanes de buscar en documentos y no en las piedras de las ruinas. Primero había que saber por qué las piedras y de qué instalación habían formado parte. Y así fue como llegamos al Archivo Nacional donde recibimos toda la ayuda e instrucciones para comenzar a fichar los Legajos y Expedientes de los incontables fondos donde aparece el cafetal Angerona o algo relacionado con él. Así pasamos de los 100.

La paleógrafa Nieves Arencibia (a ella está dedicado este trabajo) hizo suya nuestra causa y fuimos avanzando por Legajos y Expedientes por donde nadie había pasado. Un maravilloso día en que Permuy fue acompañado de mi hijo mayor, les di el núm. del expediente que debían revisar. ¡Sorpresa increíble! Era la Testamentaría del Tte. Cnel. don Andrés Souchay a la muerte de su tío, o sea el Inventario de los bienes de don Cornelio Souchay, sellado desde 1837 cuando se terminó todo el proceso. Imprescindible documento para la historiografía del cafetal.

Queda mucho por investigar, las historias reales de Angerona están allí, incomparables legajos como piezas de un rompecabezas por armar, porque eso es para mí la historia, aunque dice el escritor y filósofo español Miguel de Unamuno: la historia no existe, solo existen las historias. Yo le agregaría, la tuya, la de los otros, la mía, por lo que concuerdo totalmente con él.

¿Qué importancia le concede a sus indagaciones en torno a ese sitio, hoy Monumento Nacional?

Desde décadas anteriores se han publicado artículos y comentarios sobre el cafetal Angerona, generalmente sin un basamento documental. Solo el Dr. D´Bouchet reprodujo en cuatro Boletines del Archivo Nacional, algunos documentos de la Testamentaría que el revisó años después que nosotros lo encontrásemos y ficháramos en el importante expediente.

Para emprender cualquier restauración de una construcción semi-destruida o en ruina total y más cuando sus ruinas son centenarias, adicionándole que el sitio es un Monumento Nacional, es imprescindible contar con todo el basamento documental histórico para conocer quienes, cuando, cómo vivieron y a qué se dedicaron cada una de las edificaciones que hoy, como ocurre en Angerona, la mayor parte de ellas no existen.

Ir al pasado, saber dónde estaba cada instalación fabril o de servicio, cocheras, cocinas de tachos, perreras, instalaciones hidráulicas, pozos, pasadizos y así, hasta 40 o más, sin la investigación histórica no es posible y mucho menos en este sitio que llegó a contar con 39 caballerías y 139 cordeles de extensión de tierra y 750, 000 cafetos.

Documentalmente tenemos todas las medidas de cada instalación, para qué se utilizaban y dónde estaban. Los especialistas de diferentes perfiles que deben intervenir en la restauración como arqueólogos, arquitectos, ingenieros varios, espeleólogos y dibujantes. Sin esa información, entrarían a ciegas a cualquier sitio, multiplicando el tiempo en indagaciones in situ, encareciendo la obra y el financiamiento asignado.

He ahí la importancia de conocer las historias de las gentes que lo habitaron, porque hasta en su modo de vivir de acuerdo con la época, pueden determinarse hábitos, costumbres, modos y precisar hasta lugares de esa forma. No debemos olvidar que toda restauración tiene su Reglamento y/o Regulaciones.

Se habla de la restauración del cafetal Angerona. ¿Qué puede aportarnos al respecto?

Desde hace poco más de tres años, la Oficina del Historiador, en conjunto con Patrimonio Nacional y el organismo donde están las ruinas -Flora y Fauna-, tiene el Proyecto para la restauración y conservación de las ruinas existentes.

Por la falta de financiamiento no se pudieron comenzar los trabajos arqueológicos. Sí se demolió la caña de dos parcelas al frente y, posteriormente, se sembró allí un platanal, para darle sombra a los cafetos que deben plantarse en breve.

También hay posturas de árboles frutales y maderables que conformarán, junto a los cafetos, el entorno del siglo XIX de ese espacio; también se prevé levantar, a ambos lados de las calles unas 400 palmas.

Independientemente del interés de la Oficina del Historiador por comenzar los trabajos para la restauración, no hay voluntad política ni gubernamental. Quizás en papeles, pero en la práctica, nada. He visto por años, día a día, como algo más se destruye en Angerona, y no solo es por la inclemencia del tiempo, sino a causa de la despreocupación de quienes deben hacer y no proceden.

Es posible que muchos pobladores de Artemisa no conozcan las ruinas del cafetal; sin embargo, es visitado por cientos de cubanos y extranjeros de disimiles lugares del mundo, quienes se interesan por sus historias y conocer qué fueron esas instalaciones en ruinas. Así lo constatan las firmas y notas del Libro de visitas que instauré a propósito de su Bicentenario; en algunas se ha pedido auxilio para esas importantes ruinas, reveladoras de un pasado esplendoroso que marcó un hito productivo, arquitectónico, fabril y de novedosas instalaciones que causaban admiración en aquella época. Aún hoy nos preguntamos cómo pudo don Cornelio crear su Edén, su Paraíso -como él llamaba a su Angerona-, en tiempos tan remotos, adelantándose al futuro.

¿No hay machetes, rastrillos, para convocar trabajo voluntario comunitario o de amigos dispuestos a ayudar?

Hoy solo están allí el Ing. Barbón a cargo del cafetal y de atender las visitas, un casi viejo jardinero y tres custodios. Resulta imposible mantener así las grandes áreas verdes, sin una protección eficaz para las extensas tierras que posee el cafetal, donde diseminadas por ellas hay elementos y reductos de instalaciones de la época. Además, las ricas áreas boscosas de árboles maderables se exponen al robo por la tala indiscriminada.

A la antigua casita de Úrsula Lambert, única instalación que se mantenía techada, ahora se le ha afectado esa cubierta; es una ruina dentro de otra. Cuando esta se pierda, se perjudicarán las paredes y tampoco habrá un lugar para exhibir las exposiciones de grabados y fotos de Angerona, que tanto ayudan a los visitantes a comprender lo que antes había. Es vergonzoso.

¿Trabaja actualmente en algunos otras investigaciones sobre el cafetal?

Tengo la biografía de don Cornelio con los dos primeros capítulos terminados, pero tendré que adicionarles o modificarles algunas cosas, a partir de mi visita a la ciudad donde nació, en Alemania. Allí conocí a descendientes de esa familia, que me facilitaron datos verídicos esenciales, lo cual que posibilita constatar la veracidad de lo narrado.

Es un trabajo muy distinto al de Úrsula. Tengo mucha información recopilada, y, si ocurre un milagro y pudiera trabajar otros Expedientes fichados hace años en el Archivo Nacional, y Dios me concede otro tiempito, será una obra importante. Reflejará la inteligencia y el poderío del controvertido hombre de negocios, el esclavista, alabado por muchos, despreciado por otros, implacable, magnánimo, respetado por la masa esclava, a la que le creó condiciones de vida y trabajo beneficiosas, totalmente diferentes a la generalidad en otros cafetales, ingenios o haciendas.

En verdad hubo cepos en el cafetal, uno para cada sexo; también una prisión para castigos mayores. ¿Crueldad? Creo que no, porque algunos esclavos no eran buenos, los hubo perezosos, vagos, guapos, se fajaban por celos de las esclavas y, quizás, hasta mataban. Entonces no solo el látigo de un mayoral o de los contramayorales negros podía controlarlos. Era un conglomerado humano traído de disímiles lugares, diferentes dialectos y costumbres, incluyendo las religiosas. ¿Cómo aunar y controlar a esa masa humana?

Solo un hombre como él pudo hacerlo, los conocía a todos, pues entre las tantas singularidades del cafetal estaba la permanencia del amo en él, a diferencia de la generalidad de los hacendados del país que solo iban a sus haciendas de paseo.

También los blancos tenían sus conflictos, no estaba don Cornelio exento de ellos. Pienso que los poderosos no tienen amigos, y él era demasiado poderoso. Ambiciones, traiciones, litigios externos y de familia nunca faltaron en toda época de Angerona. Prueba de ello es que, desde finales del siglo XIX y después de la repartición de tierras que hizo doña Berta a sus hijos, la abolición de la esclavitud y la mala administración de algunas de ellas, todo se fue perdiendo y comenzó así el fin del esplendoroso cafetal.

¿Qué ha significado para Ud. trabajar con Boloña?

Ha sido algo que nunca soñé, que un trabajo mío llegase a una Editorial tan prestigiosa, donde todos sus trabajadores son tan profesionales en su labor.
Hay dos anécdotas del buen hacer, la primera cuando fui a revisar lo hecho hasta aquel momento, incluyendo el diseño de la portada, que me dijo la diseñadora que podía cambiarla. Le dije: “No, esa es la que va, porque no podías haber escogido otra imagen mejor para representar al cafetal; sus cuatro calles de palmas que invitaban y acompañaban a los visitantes por aquel camino de entrada, de 600 metros de longitud”. Entrada y salida, principio y fin, simbólica imagen para reflejar parte de las vidas de quienes allí moraron. Porque, ¿qué es la vida? Principio y fin. No podía tener mejor portada.

La segunda anécdota es la fecha para su presentación pública, 14 de febrero, Día del Amor. Angerona se creó con amor. Don Cornelio decía: que la tierra sin amor no es tierra. Tal parece que es un sello de familia que se cumple por generaciones en alguno de sus miembros. En la suya fue él, su abuelo paterno, sus tíos; sus hermanos mayores fueron orfebres en oro; las otras generaciones, hasta llegar a las que conocí el año pasado, en Alemania.

Pero el amo podía sentir amor no solo a la tierra, sino también a lo que edificó en el cafetal, que era la admiración de todos  los visitantes. Y no solo su mansión, sino también el hospital para los esclavos con ventanas de cristales a colores; el largo recinto donde ellos escogían el café; el edificio destinado a los criollitos con el piso repellado del patio, para que no comiesen tierra mientras jugaban; los árboles que les aportaban sombra a ellos; los cepos con ropa de cama y almohada para que el penado, por la noche, descansara y pensara en la fechoría cometida…

Y de Úrsula qué diremos. Quizás, algo más que los negocios compartidos, sus esclavos arrendados, su tienda, había un sentimiento puro; nunca sabremos si compartido o no. Sí conocemos del respeto mutuo, de ser ella la mano suave del cafetal, la confianza del amo, el remanso de paz al atardecer después de un largo día de trabajo cuando, con su pequeña flauta, le diera sonidos al silencio, compartiendo ambos la nostalgia de su tierra natal a la que nunca regresaron, la lejanía de sus familiares allegados que jamás volvieron a ver. El amor quizás también estaba presente, pero yo no lo puedo afirmar.

 

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