El Teatro Martí vuelve a apostar por los jóvenes. Entrevista a Osnel Delgado

Por Isachi Fernández

Los muchachos de la agrupación danzaria cubana Malpaso se apropiaran del capitalino Teatro Martí desde el próximo día 30 y hasta el primero de febrero para presentar dos estrenos, uno de ellos en colaboración con el renombrado coreógrafo norteamericano Trey Mclntyre.

Una vez más las nuevas hornadas de creadores hallan sitio en el inmueble, que fungió como la sede principal del Encuentro de Jóvenes Pianistas, organizado por la Oficina del Historiador de La Habana. En esta ocasión el espacio es para la danza, manifestación con una presencia considerable en la programación del teatro para este año, detallaron sus especialistas.

A propósito de la nueva sugerencia, Habana Patrimonial dialogó con el coreógrafo y bailarín Osnel Delgado, quien, procedente de Danza Contemporánea de Cuba, fundó Malpaso en 2012 junto a Daile Carrazana:

Nuestros bailarines son muy jóvenes, algunos proceden de la Compañía Retazos otros llegan de Guantánamo, de Matanzas. Tenemos un entrenamiento muy fuerte y declinamos apelar a mucho artificio para nuestros espectáculos, explicó.

En otro momento del diálogo Delgado catalogó de privilegio la posibilidad de trabajar con  Mclntyre, que tras disolver su compañía, escogió a Malpaso para iniciar una nueva etapa en su vida creativa.

Sobre la otra pieza que se presenta en el Teatro Martí, refirió:

-          Es mía, se llama Despedida y está inspirada en un poema homónimo de Jorge Luis Borges. Una vez más tenemos la música de Arturo O Farrill (pianista, compositor e hijo del mítico jazzista Chico O Farrill). Ya habíamos utilizado piezas suyas, pero ahora la música fue compuesta para la obra, prácticamente nos la está regalando.

Tú ya habías trabajado con un coreógrafo norteamericano

El año pasado, con Ron K. Brown. Fue diferente porque él asume las raíces afronorteamericanas, incorpora elementos de Senegal, lo mezcla con los bailes populares de América del Norte… Decidió vincularse a Malpaso y presentamos dos piezas en el Joyce Theater de Nueva York, una de él y una mía.  

¿Es algo intencional trabajar con coreógrafos norteamericanos?

No, lo que pasa es que los dos países tienen mucho que ver.

Y los dos son muy fuertes en la danza

Nosotros hemos tenido profesoras norteamericanas de renombre como Lorna Burdsall y Elfrida Malher; en el caso nuestro, la Fundación Ludwig de Cuba, que es la madre y el padre de la compañía, tenía el contacto con el Joyce Theater. Apareció entonces la oportunidad de que un coreógrafo estadounidense conociera la compañía.

¿Cómo aprecias el estado de la danza contemporánea en Cuba?

Tenemos un talento inmenso en cuanto a bailarines, pero todavía hay déficit de coreógrafos. Es necesario crear espacios, posibilitar intercambios de los jóvenes con artistas consagrados dentro y fuera de Cuba.  Nosotros lo hacemos todos los meses en nuestra propia sede (17 y E), y nuestros encuentros siempre terminan con un debate porque la danza es fugaz, pasa rápido, no es una pintura, que la puedes apreciar sin cambios aparentes al día siguiente o muchos años después de haberse concebido. La danza se puede repetir, pero nunca es la misma. Se hace más evidente el valor del momento y de la apreciación.

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