Al diseñador Osvaldo Pestana Montpeller (Montos), Premio Ojalá 2012, están dedicadas varias de las acciones culturales que para este mes ha preparado la Vitrina de Valonia. Con una gran experiencia de trabajo en el noveno arte, Montos ha sido uno de los historietistas cubanos que ha tenido la posibilidad de participar en la Orange County Convention Center, en Orlando, Florida (MegaCon), uno de los eventos más importantes dedicado a la historieta en los Estados Unidos. Durante este mes la institución, ubicada en la Plaza Vieja, exhibe la muestra Montos Inc, conformada por cuatro historietas de Montos, y de cuyo catálogo reproducimos a continuación las palabras.
Por: Antonio Enrique González Rojas
Osvaldo Pestana Montpeller (Sancti Spíritus, 1985), cuyo pseudónimo, Montos, rubrica algunas de las páginas cimeras de la historieta cubana del último decenio, resulta crisol donde vinieron a confluir los signos gráficos, y las virtudes dramatúrgicas, narrativas y compositivas de algunos de los principales creadores criollos del género, de las décadas pasadas —y al parecer, olvidadas—, en su vertiente digamos que “realista”; sobre todo su más confesa influencia: Orestes Suárez (Camila, Yakro), además del aire expresionista que emanan algunas de las más significativas piezas de Tulio Raggi. Presencia esta más palpable en La última campaña (triunfadora del concurso Caimán a Cuadros, en 2010), con guión de Fermín Vega Boyce, una de las cuatro historietas expuestas en la muestra Montos Inc., con que inició 2015 la Vitrina de Valonia. El misterioso personaje protagónico de El Babujal, deviene evocativa apropiación del superheroico y tozudo cocinero mambí Rompecoco, sin olvidar la clara referencia climática a las también conclusivas viñetas de Ataque a la torre óptica 82.
Este singularísimo y bizarro tributo al steampunk, combina la sardónica mofa al reduccionismo didactista e ideológico que ha padecido y padece una amplia zona de la historieta cubana —vista por instituciones y críticos, igual que la animación, como un arte menor—, con un importante homenaje a los pasajes de la historia cubana —episodios mambises como la Batalla de Mal Tiempo y la muerte de Antonio Maceo; la Huelga del 30 de Septiembre de 1930, pasajes del Che en la Sierra Maestra y otros— recreados por Suárez hace más de dos décadas. Las impresionantes composiciones de estas obras, su diseño de personajes y la estridencia visual donde la descarnada brutalidad y la espectacular acción se mixturan en una eclosión épica, trascienden toda accesoriedad maniqueamente “educativa”.
Montos, artista posmoderno al fin, sin dejar de exhibir con creces todos estos atributos creativos que le confieren una visualidad no menos que impactante, convierte a la ironía y la distopía en ejes discursivos, con la ciencia ficción como gran contexto y postura creativa. Así lo demuestran las otras tres obras expuestas: Los hijos del Quásar (Primer Premio del concurso Cuadro a Cuadro, de 2011), también escrita por Boyce, The Runaway (publicada en el libro Auroria. La gran alianza —Reina del Mar Editores, 2010) y El primer encuentro (Premio de Creación Artística Ojalá, 2012). En esta última adapta el cuento homónimo de F. Mond, el muy satírico escritor cubano de sci-fi desde intensos guiños estético-narrativos a la inconclusa (al menos editorialmente) Yakro, de Suárez, publicada en la desaparecida revista Pablo. Aflora, sobre todo en esta pieza, otra de las características de la obra de Montos: el empleo del silencio, la casi total ausencia de diálogos, que consolida la hegemonía del ícono, de la imagen no verbal como recurso expresivo absoluto. El encuadre —¿pudiera hablarse de fotografía fílmica?— con preeminencia del primer plano, viene a servir de preciso elemento significador de las acciones y los objetos; el trepidante montaje aparece como dinámica herramienta narrativa. Las viñetas y sus estructuraciones un tanto convencionales agilizan la narrativa hasta ritmos vertiginosos, para fugaces primeros planos y planos-detalle, mientras el autor, para escenas climáticas o planos generales de altos rigores plásticos, se explaya en amplias composiciones a página completa, que pueden o no englobar viñetas menores.
The Runaway, la más digamos autoral de las piezas, en tanto la intimista historia de sutiles aires noir, y trazo más libremente expresionista, exhibe ambos atributos y los maneja con significativa habilidad narrativa, capacidad de sintética significación y potencial para estructurar/sugerir una corriente subterránea de sentido que completa la historia explicitada. Aquí, la paulatina disminución de viñetas, proporcional al aumento de sus dimensiones y por ende de sus jerarquías dramáticas, busca enunciar visualmente el crescendo climático que se alcanza con el explayamiento espacial del plano conclusivo.
Muchas veces, (se nota en todas las historietas), Montos dedica la preeminencia de las páginas a lo que puede ser calificado como la presentación-caracterización-hiperbolización —¿deficación?— épica de los personajes protagónicos o decisivos, como el extraterreno Lars, de El primer…, y el robótico Babujal de La última….
También el alienígena trio de Los hijos… tiene su “plano de grupo”, donde lucen sus tributos guerreros y físicos, en franco desafío a la antropolatría xenófoba reinante en amplias áreas de la ciencia ficción, prolíferas en la temática del antagonismo terrícola-extraterrestre, donde el ser humano lucha contras las terribles criaturas invasoras o las coloniza con aires civilizadores y mesiánicos. Todo lo contrario sucede en esta historia, donde el narrador asume el punto de vista del otro, cual espejo donde la humanidad se contempla en el rol del alien, del xenomorfo, del invasor.
A diferencia de las otras dos, en Los hijos…, las formas y composiciones de la mayoría de las páginas remiten a la concepción más esbelta, más rectangular del manga japonés (si bien no a su orden de lectura no lineal), lo cual propicia planos generales favorables para escorzos, y agudas perspectivas a tenor con planos-secuencia de alto cinetismo.
Notar también el vasto dominio del blanco y negro que despliega Montos en sus obras, aguzándose el recio cariz expresionista, como en La última… —sin perder de vista la referencia directa a las historietas mambisas de Raggi— por momentos de línea como que xilográfica, en franco desafío con el “realismo” anatómico que logra en otras propuestas.
Las portadas de libros (con editoriales cubanas como Gente Nueva y Ediciones Luminaria, de Sancti Spíritus) y revistas exhibidas en Montos Inc., no desmerecen la yuxtaposición con las tres historietas, con igual de contundente dominio de la composición, barroca nitidez, intensidad expresiva y una vigorosa imaginería que lo hacen altamente competente y muy competitivo en la liza del cómic U.S.A — zona para nada resistente ya a las búsquedas visuales y discursivas, donde colabora con las editoriales Ape Entertaintment (Donarr), Graphic Illusions Comics (Intrepid) y Guardian Knight Comics (Gears and bones).