Justo y sincero homenaje a Eduardo González, director de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos

Eduardo González junto al Historiador Eusebio Leal Spengler/ Foto Alexis Rodríguez

Eduardo González Delgado, director de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, fallecido el pasado 28 de noviembre, recibió el homenaje de sus familiares, amigos, estudiantes y compañeros de trabajo, en la mañana del miércoles 10 de diciembre, en la Basílica Menor de San Francisco de Asís. Sentidas palabras del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, acompañadas por la interpretación del Conjunto de Música Antigua Ars Longa, sirvieron de recordatorio a quien entregara su vida a la obra de la restauración en el Centro Histórico.

No se debió al azar la elección del escenario escogido para la ceremonia, la Basílica es un lugar lleno de significados en la obra de Eduardo y de la institución que representó durante tantos años. En sus emotivas palabras, Leal recordó el momento en el que fue creada la Escuela Taller para asumir las labores de restauración de ese mismo sitio: “Esta  fue su primera escuela, un edificio venerable, ultrajado y convertido en un depósito de mercado, y los jóvenes con sus maestros enfrentaron la tarea de restaurar y adecuar todo. A ese llamado acudieron algunos que están todavía felizmente entre nosotros; la escuela recibió el nombre de Gaspar Melchor de Jovellanos y aquí están algunos de sus fundadores. Algunos ya no están, otros prevalecieron contra viento y marea con su trabajo y con su labor; y no solamente aceptaron lo hecho, sino que asumieron responsabilidades cuando otros flaquearon o las dejaron. Esa fue la clase de hombres a la que perteneció Eduardo, el fue de los que asumieron; y de todos los alumnos que he conocido, aun los que están cerca de mí, todos guardan y guardarán el recuerdo de una persona recta, honorable, trabajadora, cumplidora de su deber; un hombre sencillo, laborioso, imaginativo, que podía llevar con rigor y honradez, en tiempos en los que parece no estar de moda esa virtud, el administrar, el alimentar, el luchar por conseguir y, finalmente, educar y graduar”.

El valor de la obra de la Escuela Taller, como la de la propia Oficina del Historiador,  no radica solamente en el número de edificaciones rescatadas o monumentos levantados; su importancia está, sobre todo, en la trascendencia que tiene para la vida del ser humano.  En su intervención, el Dr. Leal se refirió a la importancia de la memoria y la gratitud como dos de los pilares fundamentales que sostienen la unidad de la Oficina que él dirige: “Nuestro trabajo es el patrimonio y este no es solamente objetos, hay una escala inmaterial a la cual yo agregaría, además, la escala individual; los individuos forman, crean, laboran en la historia de las cosas… De esa forma Eduardo, al frente de la Escuela Taller, tuvo la tarea de escoger a jóvenes que llegaban desilusionados de la universidad o del colegio, de traer muchachos que en definitiva no creían que ese era el mejor camino, y educarlos, formarlos en las artes del trabajo, que es la manera de reconciliar las manos con la inteligencia. Esa fue, es y debe ser la escuela taller. Estoy seguro que en cualquier parte de la tierra donde estén y conozcan la noticia de que se fue demasiado temprano, todos lo recordarán con la misma gratitud con que yo, en nombre de todos lo hago ahora.”

Desde 1995 y hasta su reciente fallecimiento, Eduardo simultaneó su tarea como director de la Escuela Taller con otras responsabilidades como la de director de Conservación y Restauración, profesor asistente del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana y  asesor para  la creación de centros de formación artesanal y de oficios  en Cuba y en otros países de América Latina.

De consuelo fueron las palabras finales del Historiador para quienes tuvieron la fortuna de tener como esposo, padre, amigo o compañero a una persona decente, que supo ser fuerte y tierno al mismo tiempo, tener autoridad sin ser autoritario, a quien supo educar jóvenes y hoy merece un homenaje justo y valedero. “Sépanlo bien todos los más jóvenes, y los mayores, y los que escuchan: en este lugar pasó su adolescencia y juventud el más importante de los pedagogos y maestros cubanos, el insigne Don José de la Luz y Caballero; por eso, cuando la escuela celebra aquí su graduación y cuando realizó la reparación de los daños y las heridas, resulta que estaban honrando al maestro, al hombre, hoy hacemos exactamente lo mismo”.

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