Sincero homenaje a Eduardo González, Director de la Escuela Taller de La Habana Gaspar Melchor de Jovellanos

Tomado del sitio web CUBAHORA

Yuniel Labacena

Siempre será poco lo dicho sobre la fortuna de los jóvenes de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, si se tiene en cuenta que ellos han puesto su esfuerzo y energía en valiosas obras arquitectónicas del Centro Histórico. Esta es uno de los cinco centros del país y único en la capital donde numerosos muchachos empiezan como aprendices en los oficios.

Desde su fundación, el seis de abril de 1992 hasta la fecha los muchachos y la escuela, ubicada muy cerca de la Plaza Vieja en Teniente Rey No. 15, entre Oficios y Mercaderes, han participado en más de un centenar de obras comprendidas tanto en la zona del Centro Histórico de La Habana Vieja como en otras áreas de la capital, que le han devuelto su belleza de antaño.

La Basílica Menor y Convento de San Francisco de Asís, el Palacio de los Capitanes Generales, la Plaza de Armas, la Catedral, la Casa de las Cariátides y deSimón Bolívar, las iglesias ortodoxas Griega y Rusa, por solo citar algunas hablan de la grandeza y la jovialidad de esta fuerza joven.

Ellos han cooperado en la elaboración de tarjas conmemorativas. También en la colocación de bustos en diferentes lugares. Entre ellos, los de Tiradentes, Ramón Emeterio Betances, Juan Pablo Duarte, Santiago Ramón y Cajal, Emiliano Zapata, Alejandro Humboldt y Agustín Lara.

UNA ESCUELA SINGULAR

La Escuela taller, cuyos trabajos de reconstrucción realizaron los mismos estudiantes,tiene la misión de formar obreros calificados con el objetivo de restaurar y conservar edificaciones de alto valor patrimonial y brindar a la vez una opción de capacitación y empleo a jóvenes desvinculados del estudio y el trabajo, explica el ingeniero Eduardo González Delgado, director de la institución.

“El deterioro constante del patrimonio histórico artístico construido y el déficit de una mano de obra calificada para asumir las tareas de recuperación, demandaban la existencia de una Escuela como esta, donde numerosos muchachos por vocación se interesan por la restauración y no hallan para ello inserción en el sistema nacional de enseñanza”.

La Gaspar Melchor de Jovellanos ha graduado en sus aulas casi 2 000 obreros calificados en diferentes oficios como Albañilería, Vidrio, Cantería, Forja, Carpintería, Pintura de Obra, Plomería, Pintura Mural, Electricidad, Jardinería y Yeso, y en otros cursos donde se han habilitado las especialidades de Talabartería, Hojalatería y Arqueología.

El tiempo de duración del curso es de dos años. En cada una de las fases se imparten los conocimientos teóricos y prácticos para alcanzar el título de Obrero Calificado en Restauración de la especialidad solicitada. El 25 por ciento del tiempo se dedica a los conocimientos teóricos en el aula, mientras el 75 restante a la vinculación con los talleres o en diferentes obras.

Según González Delgado en el primer año comienzan con dos días a la semana clases teóricas y todos los días en prácticas tanto en taller como en obras. En segundo no reciben clases, el cien por ciento se trabaja, por lo que el año entero están laborando. Por eso, a los alumnos se les ve a pie de obra, junto a técnicos y profesores.

“Dentro de las acciones formativas se planifican visitas a museos, exposiciones, conferencias y eventos que tributen a la identificación de los educandos con el entorno donde se desarrollan. Así mismo, el centro propicia que después del horario de trabajo continúen estudios de enseñanza media superior, para que simultáneamente eleven y adquieran el nivel profesional que la escuela propone”.

Las asignaturas vencen los retos de saber y saber hacer; las prácticas trabajan en función de las habilidades que deben dominar: construir, reparar, reponer, consolidar y sustituir. En caso de que existan tareas importantes por vencer que no se estén desplegando, se realizan trabajos prácticos sobre el tema en los talleres, añadió.

SUPERACIÓN NECESARIA

Las especialidades de cada curso de la Escuela Taller se abren indistintamente de acuerdo a la demanda laboral existente en la Oficina del Historiador, lo que garantiza a los estudiantes un empleo seguro en empresas constructoras, gabinetes de restauración u otros centros afines. Además, se encuentran distribuidas en las tres escuelas talleres que funcionan actualmente.

Una vez graduados e insertados en sus entidades, los alumnos pueden optar por la licenciatura en Restauración. Esta es una carrera de reciente creación. Incluye todas las especialidades impartidas en el centro y tiene el objetivo de proveer un nivel superior al oficio. Hace cinco años, en el Colegio Universitario San Gerónimo, se imparte también la carrera Preservación y Gestión del Patrimonio Cultural.

Además, del propósito formativo de rescatar antiguos oficios, muchas veces hasta ignorados por la nueva generación, y que hoy con una economía que depende del equilibrio de la fuerza de trabajo son necesarios, la Escuela Taller cumple una función social. Funciona como una alternativa de estudios, preparación y finalmente, de empleo seguro, si es vencido el programa académico previsto.

Es un proyecto humanitario con un gran sentido de pertenencia y muy en función de los desafíos que hoy tiene el país económicamente. Este es nuestro modo de integrarnos a esa política, pues cada dos años vuelven a la sociedad un grupo de jóvenes formados de un actividad importante, asevera resuelto el director.

Cuentan los protagonistas que a partir de la propuesta de la escuela no solo se luchó por oficios perdidos o de muchachos sin opciones de empleo, sino también hallar personas con disposición de trasmitir sus conocimientos como restauradores, es decir, contactar con viejos maestros y enrolarlos en el plan de estudios de la institución.

Veteranos operarios pusieron su sabiduría al servicio de una nueva legión de obreros. “Vinieron ancianos retirados y maestros en sus oficios, quienes permanecieron en la enseñanza y la formación de nuevos instructores mientras sus capacidades físicas lo permitieron. Con los años, dieron paso al relevo, precisamente jóvenes aventajados egresados de la propia escuela”, destacaron.

ELLOS CUENTAN…

Me motivo matricular el hecho de que una mujer pudiera desempeñar un oficio. Estudiaba Medicina pero siempre me gusto más el arte, las pinturas… En cualquiera lugar es vital la práctica, por ello la iniciativa de unirnos con la producción de obras y restauradores es apropiada, relata Rosali Morales de la Rosa, de Pintura Mural.

Dayami Díaz Quintas, profesora del Departamento de Construcción, asegura que los docentes posee un gran rigor científico y que los jóvenes le dan importancia a las especialidades sin ser universitarias. “Aquí al igual que en otras escuelas se orientan tareas, ejercicios para la casa y se hace un trabajo diferenciado con los de mayores problemas. Existe un complemento profesor-alumno”.

Para Néstor Ferrer Fernández, estudiante de Plomería esta escuela es una de las mejores opciones para los muchachos que sienten atracción por los oficios y hoy están sin hacer nada. Y destaca que así no quedan desvinculados, hacen un bien a la sociedad y sobre todo a nuestro patrimonio.

Según el director las intervenciones que han realizado los muchachos son de manera integral donde participan todos los talleres y trabajan de conjunto con las empresas especializadas. Por ello coincide que la huella de la mano de los aprendices, quedará por siempre en los más disímiles lugares de la capital, pues restituir fachadas; decorar techos, frescos murales, barandas, pisos, rejas, muros, vitrales; hacer labor de jardinería y pavimentación, cuenta como sus méritos. Por ellos, descubrimos una Habana perdurable en el tiempo.

Comments are closed.