Por Danislady Mazorra Ruiz, especialista del Centro Hispanoamericano de Cultura
El 26 de agosto de 1914 nació el escritor argentino Julio Cortázar, en un suburbio al sur de Bruselas, donde su padre era funcionario consular. Las circunstancias de su nacimiento profetizaron el carácter itinerante de su futura existencia, marcada por el viaje y la supervivencia entre dos continentes: América y Europa. Nacido en Bélgica, de espíritu y nacionalidad argentina y fallecido finalmente en París, en 1984, Cortázar desarrolla su vida personal y literaria a ambos lados del Atlántico. No obstante, el carácter internacional de su obra no se deriva de su experiencia viajera, sino de la radicalidad del cambio que su escritura produjo en las letras hispanas.
Cortázar comenzó a escribir muy pequeño, cuando sus familiares dudaban de la autenticidad de sus cuentos, por el alto nivel literario de los mismos. El lenguaje, la palabra, la letra escrita y hablada lo cautivaron desde edades tempranas, cuando la enfermedad y su propia pasión por la lectura, lo hicieron devorar novelas, cuentos y poesías de grandes autores. Tal entusiasmo no disminuyó nunca, sino que creció con el correr de los años: nunca dejó de escribir, nunca dejó de leer.
Profesor, traductor de la Unesco, amante del jazz, el boxeo y la fotografía, Julio Cortázar fue, por encima de todo, un excelente escritor que revolucionó el mundo de la novela y el relato corto. Con él, un nuevo capítulo se iniciaría en la historia de la literatura en lengua hispana.
En 1946 inserta en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges, su paradigmático cuento “Casa Tomada”, una de las narraciones que más estudios ha generado por los especialistas de su obra. De ahí en adelante continúa una carrera literaria en ascenso, en paralelo con su trabajo como profesor y traductor, pero no sería hasta la década del 60’ que Cortázar alcanzaría la fama mundial que hoy le acompaña.
En 1963 se publica la emblemática Rayuela, considerada por algunos críticos el texto inaugural del Boom latinoamericano y reconocida por todos como la obra cumbre de Julio Cortázar. La publicación de este texto impuso un nuevo modo de leer, entender y hacer literatura, donde personajes, protagonista, lectores, realidad y fantasía se confunden como categorías y cada una de ellas traspasa los límites de las otras. Calificada como antinovela o contranovela, esta obra desdibuja las normas estilísticas, literarias y dramatúrgicas de la narración convencional, con la presentación de una estructura múltiple, diversa y paradójica en ocasiones que rompe con todos los cánones literarios del momento. Obra surrealista, fantástica, profunda y compleja, Rayuela es, sin duda alguna, un clásico de la literatura no solo latinoamericana, sino también universal.
“De alguna manera es la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura”, dijo Cortázar de Rayuela cuando se le preguntó qué significaba para él. Para el experto Julio Ortega, coeditor junto a Saul Yurkievich , de la edición crítica de Rayuela (París, Colección Archivos, 1991) en esta novela:
“desde el extravío, Cortázar reconstruye la irrupción amorosa, el asombro poético, la crítica de la vida burguesa, y la forma laberíntica del deseo y su metafísica callejera. Como todas las grandes obras, nos deja la emoción de lo genuino, esa nostalgia. Me reveló que la literatura era una forma de vida plena y libre en el lenguaje”.
En el año que transcurre se cumple el centenario del nacimiento de este grande de las letras hispanas, y en el mundo no se ha pasado por alto esta fecha. Desde la declaración del “Año Cortázar” por el Ministerio de Cultura de Argentina, hasta el doodle conmemorativo de Google, en varios puntos del planeta se han sucedido numerosos homenajes para conmemorar el natalicio del genio literario de Julio Cortázar. En Cuba, a su vez, diversas instituciones se han sumado a los festejos de este centenario: la Casa de las Américas, la Cinemateca de Cuba, entre otras.
En este mes de noviembre un nuevo tributo se realizó, desde la mayor de las Antillas, para elogiar la obra cortazariana. En el Centro Hispano-Americano de Cultura, en colaboración con el Centro Cultural Dulce María Loynaz, se organizó un panel que incluyó la charla de la poetisa Basilia Papastamatiu con el tema “El Cortázar que yo conocí” y una lectura de autores premiados y finalistas del Concurso Iberoamericano de Cuento que lleva el nombre del escritor argentino. En el homenaje se presentó, además, el más reciente número de la revista La letra del Escriba, por su director el poeta Edel Morales, donde aparecen publicados los cuentos premiados. A su vez, el Centro fue tomado por la obra de Cortázar, pues sus espacios fueron sedes de proyecciones de materiales audiovisuales: documentales, textos grabados, cortos, presentaciones… que recogían una reflexión crítica de la obra de Cortázar desde diferentes perspectivas.
Tenemos, entonces, que a la suma de conferencias, paneles, eventos académicos, exposiciones y ciclos fílmicos que se han efectuado por el centenario de Julio Cortázar, se añadió este encuentro con aspectos desconocidos de la vida de Cortázar durante su estancia en Cuba y, además, la impronta que su escritura ha dejado en la literatura contemporánea cubana. La intención fue vislumbrar como, un siglo después, el legado de Cortázar, su voluntad estilística, su intrepidez literaria y su profundidad conceptual subsisten en la creación de noveles escritores cubanos, laureados y dignificados por un premio que lleva el nombre de uno de los más importantes escritores del siglo XX.
Cien años de Cortázar, más de medio siglo de Rayuela, y todo una impronta continua, inagotable, de la maestría creadora del escritor argentino, sirvió, pues, como motivo perfecto para realizar este homenaje. Tal como se pudo desprender de las palabras de los panelistas, así como de los textos de los escritores cubanos, Julio Cortázar constituye hoy un paradigma vivo de la literatura contemporánea latinoamericana.