Se insiste mucho en el tema de por qué La Habana no celebra su aniversario en el año en que corresponde, en el año 14, teniendo en cuenta que tanto Hortensia Pichardo como el propio Emilio Roig, establecen después de grandes cavilaciones, surgidas como debates en los Congresos Nacionales de Historia, una fundación probable para La Habana en el año 1514, ni antes, ni después. Esta idea se basa en que en 1515 al remitir su carta de relación al rey, Velázquez habla ya de una realidad: se ha dejado una aldea situada en esta otra parte de la Isla de Cuba, en la parte más occidental.
Velázquez no estuvo en ese evento, porque existían dos expediciones, la de Pánfilo de Narváez, que es la que establece ese campamento, que se va a mover del sur al norte, en la medida en que se buscan justificaciones para hacerlo, por ejemplo que las hormigas se comieron las cosechas y se invocó a San Marcial; que había mosquitos (cosa que creo), porque en una costa sur, en las condiciones del área donde debieron fundarla en el Surgidero de Batabanó, metidos un poco más arriba en la ensenada de la Broa, en un lugar que hoy no sabemos con exactitud porque la arqueología no lo ha demostrado, debieron padecer muchas necesidades.
Este grupo, fundamentalmente de hombres, ponía su campamento al lado de las casas de los indios, en un lugar próximo porque estos eran sus abastecedores. Sabemos porque Colón en su largo viaje por la costa sur, refiere que “…espantados los indios huyeron en algún lugar dejando en la orilla de la playa cestos, u otros enseres llenos de peces recién pescados…”, habla también de un mar riquísimo y de reptiles horribles, que debieron ser iguanas, por ejemplo y encuentran algunas que las estaban asando y preparando para comerlas, y ellos mientras en el monte observando lo que ocurría.
Esa cohabitación vino después por la razón o por la fuerza. Lo cierto es que La Habana del sur, es San Cristóbal y siempre pervive esta equivocación. En los mapas antiguos por ejemplo en el de Mercator observamos el año 1610 en que todavía se llama con toda claridad, -y el cartógrafo lo pone en el lugar de la costa sur más próximo a la actual Melena del Sur-, a San Cristóbal, y con toda claridad arriba, señala “Habana”, y hay un pequeño dato en el mapa que muestra la planta de la Bahía de La Habana, o sea el Puerto Carena, y ya se ve que está la ciudad, el pueblo: la villa, armada ya en 1610.
También se ven las tres fortificaciones, dos perfectas y una en evolución. Las dos perfectas son la planta del Castillo de la Real Fuerza, que fue el primero, luego la planta del Castillo de La Punta que es pequeño y por último la planta en evolución del Castillo del Morro que demoró un poco más. Entonces las ciudades son el fruto de la evolución en el tiempo, de una acumulación de acontecimientos y de las sucesivas generaciones.
Hay pueblos que se han mantenido en el lugar donde se asentaron originalmente, eso ocurre por ejemplo en República Dominicana, cuando observamos la fundación primera de la ciudad de Santo Domingo, cuando vemos el lugar donde Colón establece originalmente La Isabela, que el arqueólogo Cruxent levantó y dejó en vistas sus estructuras y abrió sus sepulcros, por aquellos que señalábamos de que un asiento de tres o cuatro años necesariamente deja personas que han sido inhumadas, deja basurales quemados como una huella de la presencia humana, y ese hasta hoy no ha sido el caso de La Habana del Sur.
Por eso la respuesta a la incógnita de por qué no echar al vuelo las campanas en este año 2014, es que sería como construir nuestro pasado sobre la nube; no podemos construirlo siquiera sobre los papeles, porque a diferencia de las de Guatemala o de Lima que se conservan desde el primer día, las Actas del Cabildo de La Habana no son el mismo caso.
Todo el mundo coincide que para hacer un asentamiento, era necesario realizar una ceremonia, en algunos casos como el de Balboa, cuando llega al mar del Sur en el istmo de Panamá, toma posesión del mar, entra al agua hasta la cintura, levanta la espada y dice: “tomo posesión de este mar…” Pues así ocurría y lo vemos en innumerables obras de arte en todo el continente americano, se colocaba un poste en algún lugar y se decía: aquí es el punto cero; aquí la Plaza de Armas; aquí la Iglesia, la parroquial, aunque esta fuera solo un bohío.
Ahora voy a poner un elemento interesante: los visitantes habituales del Museo de la Ciudad, van a ver el monumento más antiguo de Cuba, que es el sepulcro de Doña María de Cepero y Nieto, que según reza en la inscripción latina, murió en medio de un torbellino bélico. Debió ocurrir una amenaza militar, los franceses vinieron en mil seiscientos treinta y tanto, volvieron en el cincuenta… eran acechanzas continuas. Si eso fue así, es muy interesante esta inscripción, porque se trata de un sepulcro labrado en piedra, para ser visto verticalmente, lo cual quiere decir que la iglesia que fue colocada, y que fue seguramente destruida por el fuego, tenía paredes de mampostería por lo menos, para poder tener un sepulcro importante colocado en la pared. En una pared de yagua no se puede colocar una pieza de piedra labrada que pesa muchos kilogramos. Este es sin dudas un testimonio importante para decir que la villa en el norte ya tenía -como señala Mercator, unos años después-, una composición que le permitía reclamar el título de villa.
El Templete
Por eso no me cabe duda, la celebración nuestra tiene que ser en noviembre del próximo año nueve, quiere decir, en el año 2019. Faltan cuatro años si contamos el próximo año para que nos reunamos en el lugar, donde según la lápida que el Dr. Roig acertadamente hizo trasponer a un yeso ante su deterioro, señala:
“Reinando el Señor Don Fernando VII, siendo Presidente y Gobernador Don Francisco Dionisio Vives, la fidelísima Habana, religiosa y pacífica, erigió este sencillo monumento decorando el sitio donde el año de 1519 se celebró la primera misa y cabildo…”
Ahí está la definición, no hay otra. Quizás algún día alguien me traiga la buena noticia, ya que yo no podré hacerlo, de encontrar en Sevilla el documento original del asiento. La carta de relación, los papeles que se enviaban… al rey se escribía prácticamente todas las semanas, y es asombroso el nivel de respuesta. Se le escribe porque se está levantando el muro que el rey mandó; se le escribe para decirle que se van a utilizar tales maderas para montar cañones, que se están fundiendo con el cobre de Santiago de Cuba; para decirle que se ha mercedado un determinado territorio y el rey debe aprobarlo. En esa correspondencia reside la oportunidad y allá, en algún momento, esa fecha de fundación que ahora estamos evocando.