Por Celia María González, Opus Habana
Desde las demostraciones de cariño profesadas por la madre y la hermana, las certeras palabras del padre alentando el crecimiento intelectual del hijo, o la admiración y el respeto profesados por sus amigos intelectuales, se nos devela Emilio Roig de Leuchsenring en el 125 aniversario de su natalicio, gracias a la exposición inaugurada el viernes, 22 de agosto, en el Palacio de Lombillo. Con el título «Emilio Roig de Leuchsenring: eterno y paradigmático Historiador de La Habana», la exposición abarca una selección de los fondos conservados en el Museo de la Ciudad, el Archivo, la Fototeca y la Biblioteca Histórica Cubana y Americana Francisco González del Valle. A propósito, conversamos con Natacha Moreira y Gloria Álvarez, curadoras de la exposición.
Es tradicional que cada 23 de agosto la Oficina del Historiador de la Ciudad organice un homenaje a su fundador, Emilio Roig de Leuchsenring. ¿Qué propósitos tiene esta exposición, por el 125 aniversario de su natalicio?
En esta oportunidad como en las otras, rendimos homenaje a su memoria y legado. El título de la exposición «Emilio Roig de Leuchsenring: eterno y paradigmático Historiador de La Habana», lo parafraseamos de nuestro actual Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, ya que encierra de alguna manera la información de todo cuanto exponemos. El discurso expositivo se configura con determinadas particularidades de la prolífera trayectoria vital de Emilito.
Hemos querido que el espectador curioso paladee pequeños sorbos, redescubriendo a esa figura que se revela en nuestra conciencia a través de nuestros sentidos. En la primera salita, por ejemplo, colocamos un TV con un DVD, un poco para integrarnos al arte contemporáneo del audiovisual y dar oportunidad al espectador de acercarse a algo desconocido para la mayoría: la voz de Emilio Roig. A partir de la grabación de un discuso de Emilito en el Sexto Congreso Nacional de Historia, celebrado en 1947 en la ciudad de Trinidad, hemos preparado un material audiovisual, apoyado por imágenes relacionadas con cada uno de los incisivos contornos de los hechos que expone, en su ardiente adhesión patriótica. A manera de presentación, incluimos en el material palabras pronunciadas por Eusebio Leal en distintos homenajes que ha tributado a su predecesor en los conocidos programas televisivos Andar La Habana, además de grabaciones conservadas por el Centro Pablo de la Torriente Brau, en los que da su visión del «eterno» Roig. Todo esto servirá como un recibimiento e inauguración permanente para cada espectador que llegue a la sala. Para elaborar esta especie de «documental» se solicitó el apoyo de Jorge La Serna, de Habana Radio.
Los libros autógrafos escogidos son una suerte de postal de felicitación a Emilito por su natalicio, ya que cada uno de ellos enumera cualidades que lo caracterizan e identifican, como por ejemplo la de Mario Guiral Moreno que le escribe: «A mi querido amigo (…) escritor, crítico, costumbrista e historiador de relevantes méritos le dedico este último ejemplar de El Cronista». Autores de la talla de Figarola Caneda, Francisco Argilagos, Antonio Hernández Travieso, Juan Marinello, Fernando Ortiz, Nicolás Guillén y Fernando Portuondo, también dejan su rúbrica en esta muestra. Sólo uno de los libros expuestos está dedicado a María Benítez por el propio Roig. Lo seleccionamos para darle realce a la figura de María como su colaboradora, compañera y fiel custodio del legado que hoy conservamos en el fondo Emilio Roig de Leuchsenring, que se encuentra en el Archivo, Fototeca y Biblioteca de la Oficina del Historiador de La Habana.
¿Qué diferencia a esta exposición de otras realizadas anteriormente por la Oficina?
El gran acierto de la muestra es que podremos recorrer la sala guiados por nuestro actual Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, quien narra cada segmento de lo expuesto mediante frases que, en distintos momentos, ha dicho referidas a la labor y vida de Emilito. Los fragmentos de textos han sido tomados de entrevistas y de los programas Andar La Habana. Por ello, en esta oportunidad no están los tradicionales pies expositivos con la identificación del documento o imagen expuesta, sino que el recorrido por la exposición es a través de las palabras de Leal. Sus frases conforman el discurso de la exposición y va hilvanando cada momento de la muestra.
¿Qué facetas de la vida de Roig refleja la exposición?
Museológicamente hemos concebido la muestra en cuatro grandes grupos. La primera sala muestra algunos de los objetos personales de Emilio, que se exhiben permanentemente en la sala del entresuelo del Museo de la Ciudad, donde estuvo la primera sede de la Oficina del Historiador y donde se rinde tributo a la génesis de nuestra Oficina, conservando una réplica de lo que fuera su despacho.
En esta ocasión se ha querido —por primera vez en la historia de nuestro Museo— salir de la sala acordonada y acercar esos objetos al espectador: su bella bastonera de cerámica mayólica con varios de los bastones utilizados en vida por Emilito; su sillón donde en las horas de ocio solía acariciar a su gato Negrito; dibujos que representan su rostro, muchos de ellos inéditos, realizados por sus amigos, y que durante varios años guardara María Benítez con celo; caricaturas de Conrado Walter Massaguer; la conocida Sobremesa Sabática que figuró en el VI Salón de Humoristas y perpetúa para la posteridad un almuerzo del grupo Minorista, y otra de la esfinge del Historiador discursando. Ambientan también el espacio objetos muy queridos por Emilito, como su caja de música, la mesa de jugar ajedrez y su torre Eiffel, que adornó su escritorio desde que Enrique Caravia se la regalara por haber nacido en el año de la Exposición Universal donde por vez primera se presentara. A todo ello se suma la proyección del material audiovisual.
A esta primera sala le sigue la muestra fotográfica y documental que refleja la niñez de Emilito rodeado de sus seres queridos, padres y hermanas, dándole protagonismo al emblemático Arco de Belén en la calle Acosta, donde dio sus primeros pasos. En esta parte hay también imágenes de la época en que estudió en el Colegio de Belén.
Apoyamos esta primera etapa de su vida con valiosos documentos, como la Cruz de Honor que le concedieran en el Colegio de Belén en diciembre de 1900; dos libretas pertenecientes al Emilio estudiante, una de Física de 1905 y otra de Filosofía de 1906, donde podremos observar la caligrafía impecable que desde muy temprana edad dominaba; una preciosa y evocadora carta que le hiciera su padre Emilio, con consejos para su estancia en el colegio, fechada el 8 de noviembre de 1899; tarjeta de felicitación de su hermana monja, del año 1952, con membrete del Colegio del Sagrado Corazón, en Ponce, Puerto Rico, donde radicó; carta de su tío Enrique, elogiándole por el éxito de la conferencia impartida en 1919, así como documentos del Instituto de Segunda Enseñanza y de la Universidad de La Habana.
Exponemos también los Cuentos del abuelo, 1903, primer libro leído por Roig, y conservado por éste como una joya, pues fue un regalo de su abuelo paterno, el primero que lo alentó al estudio y su primer consejero y amigo intelectual.
Se exhiben, además, fotografías de la etapa en que Emilio se iniciaba en sus remembranzas históricas y críticas de costumbres, primeros lustros republicanos, donde lo vemos acompañado por el grupo Minorista, cuando invitara al publicista mexicano Antonio Caso y otras con figuras como Gabriela Mistral, Cosme de la Torriente, entre otros reconocidos intelectuales que constituyeron la vanguardia intelectual de esa época.
Un tercer conjunto cincela el semblante de Emilito, dejando una huella en nuestro recuerdo, ya que este lo rige la cadencia de un escenario natural donde se muestra apelando a los sentimientos de amistad sincera con sus íntimos compañeros como José Luciano Franco, Gerardo Castellanos; celebrando su espíritu humano con un grupo de amigos que beben cerveza Hatuey o corriendo por las finas arenas de nuestras playas; remando un bote, o volando un aeroplano. Nos resulta un Emilito más próximo, exponiendo su ternura y afecto a la mascota de la Oficina, retrato fiel de las facciones de su alma hermosa y auténtica, que develan una personalidad que seduce y estremece, como sólo lo logran hacer los hombres excepcionales.
Finalizando esta secuencia de imágenes que entretejen un tapiz de tonalidades de esta figura de fértil magnitud, lo advertimos llevando del brazo a su amada María, para adentrarnos en la cuarta parte de la muestra, dedicada al edificio donde justamente se encuentra la exposición: el Palacio de Lombillo, sede de la Oficina del Historiador desde 1947 hasta 1964. Aquí se exhiben fotografías de los homenajes, conversatorios y reuniones con intelectuales nacionales e internacionales, que solía convocar desde su labor de Historiador y presidente de varias instituciones. Terminando el discurso fotográfico, se puede ver la fachada principal del Palacio de Lombillo y la emblemática Catedral de La Habana, donde tantas veces se reunió junto con importantes intelectuales y amigos, para dejar memoria gráfica del respeto a este monumento del barroco. Terminado el paseo visual, ya saliendo de la sala, colocamos una foto de Emilito con guayabera y sombrero de yarey en la mano, y otra de su despacho en el Palacio de Lombillo.
Con la fusión de dos figuras de diferentes épocas, pero con un mismo fin: legar el amor por lo nuestro, por lo que fue y por el porvenir, finaliza el recorrido, con la exhibición del libro de visitantes del Museo de La Habana del año 1969, donde están las firmas de grandes amigos de Emilio Roig, intelectuales de trayectoria indiscutible, quienes reconocen en la figura de nuestro actual Historiador, Eusebio Leal, la continuidad de la obra de Roig, estimulando así su labor, incansable hasta nuestros días.
¿Algo más que añadir?
El agradecimiento infinito a nuestro Director e Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, maestro cuyo denodado amor por su predecesor ha sabido inculcar a las nuevas generaciones y a las ya no tan jóvenes, haciendo honor a la frase nunca mejor dicha de un hombre: «Leal a su tiempo». Él nos ha inculcado durante décadas a todo su equipo de trabajo, el amor, el respeto y la devoción por la obra de este inmortal historiador.
También agradecer a Raida Mara Suárez Portal por su sapiencia y apoyo a este proyecto; a Ana Lourdes Insua Felipe, especialista y fiel colaboradora del Archivo Histórico; a Joyce Hidalgo Gato, diseñador y hacedor de sueños; a Judith Machado, restauradora del Taller de Papel; a los conservadores del Museo de Arte Colonial, Joan Araújo Torres y Duwane Coates, por su esmerada colaboración en el montaje de las ideas que traíamos; a Glenda por el escaneo de las imágenes expuestas para conservar los originales en resguardo; a Jezabel por su gestión en el traslado de las vitrinas; a Lazarito, carpintero del Gabinete de Restauración; a Alexis Placencia y a Maritza Castilla.