“Rumor”, de Daniel Alberto Rodríguez García, en el Ambos Mundos

El pasado jueves 24 de julio se inauguró, en la galería del Hotel Ambos Mundos, la exposición personal RUMOR, del grabador Daniel Alberto Rodríguez García, quien luego de varios años de búsqueda logró encontrar una manera propia de hacer grabado. Con la técnica de punta seca sobre acrílico, las obras se insertan en la abstracción a través de líneas, círculos y planos de color. A continuación publicamos palabras dedicadas a la muestra.

 Por A. Alexis García

 Un Rumor toma forma, nos llega y no de muy lejos. La forma es el vehículo por excelencia para consolidar nuestras intenciones. Cualesquiera que sean nuestras pretensiones hemos de encontrar también la forma correcta para hacerlas llegar a nuestro interlocutor o comunidad. Hallar el modo idóneo de hacer y decir para ser entendido en los mejores términos es algo complejo que requiere de conocimiento, acicate y destrezas. Al margen de esta ecuación elemental Daniel Alberto Rodríguez (que no la ignora y puede que hasta le tenga en cuenta) parece actuar a espaldas de la relación que pudiera establecer con el otro; busca exactamente lo opuesto.

Con -o sin- la intencionalidad del caso su Rumor acata la viva voz sorda, vaga, confusa y continuada que transita en el gentío. Todo parece indicar que las formas elegidas en sí carecen de plataforma teórica, de ecuación para otros fines. Estas le ofrecen sólo la utilidad necesaria para refugiarse en el inconsciente colectivo o en la necesidad de fuga y deriva. Sólo hay sutiles amagos de tirar un cabo a tierra cuando hace referencia o uso de algún título de carácter sugestivo. Sin estas referencias o márgenes tácitos del soporte sus formas plásticas no tendrían límite.

El estar al margen de las causas y consecuencias del uso de ciertas formas plásticas no es forzado en su trabajo, evadir todos los discursos conocidos y cercanos a la plástica, e incluso de la realidad cubana, no es una novedad ya que en principio esta marginalidad le acompaña justamente desde el día en que nació (información privilegio de quien le conoce de niño). Estar al margen en Cuba de lo cubano y de la Isla, de sus procesos políticos y actividades culturales no es algo tan descabellado si se enumeran razones, pero desde la posición de este “artífice” toma singulares matices, que merecen ser explorados para armar una nueva composición de las formas en que actúa y se presenta.

Un hombre de formación autodidacta que ha ejercido el oficio de impresor y grabador en el Taller Experimental de Gráfica de La Habana por más de 15 años ha presenciado, evidenciado e influido de algún modo en la evolución de varios artistas contemporáneos. Ha compartido con ellos del privilegio de crear un original múltiple y hasta ha sugerido varias de las soluciones gráficas de las que hoy presenciamos en la amplia carpeta del grabado cubano de los últimos años. Aun así, hay que mencionar que siempre conserva desde el centro activo una posición de distancia. Mediador entre el oficio y el artista reconoce que no es su proyecto e interés el que está en juego. Discutir entre conocedores que desconocen el orden práctico y las artimañas para hacer sobrevivir una edición gráfica es una pelea que ya ha ganado Daniel desde los tiempos del colegio. Luchar por un centímetro o gota, por una cantidad más o menos…sin terminar implicado en el discurso político; batallar por preservar una imagen ajena sin ser arrastrados por los calores de la nada inerte y anónima; vencer al tedio del día a día con la abstracción de nuestros anhelos son batallas que también requieren esfuerzo y disciplina.

La evasión, la enajenación y el estar al margen desde el mismísimo centro de la tormenta es algo que difícilmente puede entenderse sin haber transitados sus barrios, gustos e intereses. Si nos involucramos en el desconocido currículum de Daniel Rodríguez veremos que ha nacido en un ceno católico prácticamente en medio de una naciente Revolución Marxista, ha crecido (y aún vive) en un barrio que porta el pedigrí de ser uno de los barrios más marginales de La Habana de la primera mitad del siglo XX, a la suma y numerando razones habría que decir que no es mulato ni sabrosón, que no baila salsa, que es un ácido -asiduo- lector de los clásicos y de cuanta miscelánea le llega a las manos (incluido Corín Tellado), que no militó ni cuando era requisito indispensable para mejores estudios, que no mintió ni simuló aun cuando ello volviera a dejarlo al margen. Que lo primero que hubo que decir lo estampo en su piel.

Así podemos entender que este hombre que comienza ahora (lo que llaman por ahí) su juventud adulta, lo haga con la sapiencia de un sobreviviente, término nada al margen hoy en Cuba. En tiempos en que la pluriculturalidad quedo establecida como alternativa (no la única, ni la imperante), en tiempos en que el sustento se hace esquivo y las maneras aun más enrarecidas Daniel ha comprendido que a estas alturas de su partido está armado del oficio, las relaciones, la entereza y porque no, la voluntad de hacer un camino al margen del que se espera o reconoce.

He tenido particular cuidado de no referirme a él como artista. Tampoco referirme a sus maneras de obrar como la de un intelectual, pero he mencionado que es un creador. Lo es para muchos de los que hemos realizado ediciones con él y tanto o más cuando lo vemos al cuidado de ese entramado de imágenes que construye para su deleite y sustento.

Esta muestra de selectas piezas es ya un amago por autodefinir lo que ha resultado de su ensayo y error de conciencia y taller (dar taller a una idea suele ser tan complejo como dar taller a una imagen). Ésta es también un alto a una producción destinada al mercadillo inútil del auto abastecimiento para mostrarse como un ser que desde el margen del entramado político cultural posee cualidades por las que quiere ser tomado en cuenta y se expone.

Las estampas en sí no tienen objeción alguna. Aunque caben (para gustos colores) todas las discrepancias del caso. En suma coherencia con sus cavilaciones lleva sus juegos cromáticos por rutas nada caribeñas o folklóricas. No hay tan siquiera un juego formal con lo que acontece en la escena ya acostumbrada más que costumbrista, recurrente o de la otra llamada pintura popular. Tampoco se orienta en la referencia historio-gráfica con sus apropiaciones (sus composiciones no van en busca de Kazimir Malévich, menos recodificar; no tiene un espíritu relacionado con la lírica, su contexto no se lo permite; no existe intención alguna de acercarse a Hans Hartung, puede que ni le haya prestado atención o le conozca, aunque pudiéramos decir que es su símil más próximo). Vuelve a quedar al margen esta vez de la luz tropical para enfriar espacios y destinarlos a un encuentro privado en el que comulguen el individuo con sus más íntimos anhelos sin los ruidos que le rodean. Por eso insiste en el Rumor más que en la declaración de principios, en el ejercicio de ejecutar, en el despliegue de sus sabidas alternativas gráficas más que en la elaboración de una obra altisonante. Aquí no da espacio a equívocos o malas interpretaciones, en este terreno también… Daniel sabe lo que hace.

 

 

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