Tomado del sitio web Habana Radio
Por: Maydelis Gómez Samón
Foto: Alexis Rodríguez
Muchas noches pasa ensayando en su casa, repasando una y otra vez las coreografías en su cabeza para que cuando la clase se inicie al otro día no se le escape el más mínimo detalle. Con poco más de 30 años, esta joven es el ejemplo vivo de un ser consagrado que se entrega para alcanzar sus sueños. Esa es la impresión que tiene quien asiste a un ensayo de su compañía, aprecia el resultado en los aplausos del público al final de la función y luego conversa con Irene Rodríguez.
Aunque desde bien temprano está despierta, las clases se inician a las nueve de la mañana. Primero el calentamiento y después comienzan los ensayos. Ahí vela porque todos vayan parejos, y al más mínimo taconeo fuera de lugar, para y vuelve de nuevo. Parece no cansarse. Ensaya su coreografía, con rigor, es una mujer que se exige mucho, como ella misma confiesa.Ser la bailarina principal, ensayar, dirigir y también estar pendiente del más mínimo detalle. “Lo mismo me llaman para ver si está en el centro un telón, ver en qué momento el músico sale, cómo se escucha la referencia. Debo estar muy concentrada todo el tiempo, muy pendiente a cada detalle, porque cada detalle del espectáculo depende de mí, de mi percepción, de las decisiones que tome. Gracias a Dios tengo un equipo que es muy pequeño, pero realmente es muy eficaz y me apoyan mucho en la escena a la hora de llevar a cabo lo que le planteo que a veces es casi imposible de hacer, pero ellos logran hacerlo realidad”, asegura.
Ya solo el hecho de la gestión, de la organización del espectáculo es un gran trabajo, requiere de gran conocimiento y de muchas horas de entrega, pero además de eso ser también la entrenadora de los bailarines, la coreógrafa, estar arriba de su repertorio, de su entrenamiento personal y también encargarse de su interpretación danzaria, es como ser 20 personas en uno, 20 ocupaciones en una. Así está Irene Rodríguez desde inicio de 2012 cuando fundó su Compañía. “Pero es lo que me gusta y en estos momentos no puedo dejar de bailar, porque aún estoy en mis años y tampoco puedo dejar la dirección de la Compañía porque es uno de mis grandes sueños; por eso, entrego todo de mí al espectáculo, a la interpretación y a los bailarines”, confiesa.
“La carrera del bailarín son muy pocos años; tienes que vivirlos, trabajarlos y entregarlos con intensidad, pero lo bueno es que ya me voy entrenando en la dirección, coreográficamente, así que luego podré entregarme a esos otros aspectos del arte cuando ya no pueda bailar; pero ese no es el caso en estos momentos”, sonríe.
Sobre cómo compagina la vida artística y la personal, nos cuenta que es complejo, pues ahora mismo no existen barreras entre una y otra. Su vida personal y su familia se han volcado a su desarrollo artístico mío y al de la Compañía. “La suerte es que cuento con el apoyo incansable de mi familia y en especial de mi madre”. Pero Irene también agradece la constancia de los jóvenes de la Compañía, a quienes ve como personas “muy talentosas y muy conscientes de lo que quieren lograr en la vida y eso te ayuda y te motiva, porque muy pronto se ve en escena los frutos de tu trabajo. Sentir que ellos están interesados y que están montados en el mismo barco que tú es muy importante, porque un sueño compartido es muy grande”.
Irene nos relata que los integrantes de su Compañía al inicio siempre protestan porque ella es “extremadamente disciplinada, me encantan las reglas, el orden, soy muy detallista y al principio ellos se incomodan. Pero cuando ven el resultado, las reacciones del público, los comentarios de la prensa, se alegran de todas las horas que yo estuve haciéndoles repetir 500 veces el mismo paso”. Y nos confiesa que el objetivo es “que ellos aprendan también a ser maestros, porque no soy eterna tampoco y lo que quiero es crear en ellos el bailarín, el maestro, hacer que nazca el coreógrafo en el alma”.
El Dr. Leal muchas veces ha dicho que no se puede ir al futuro sin ver el pasado y eso se aprecia en las coreografías de Irene. Le rinde honor a Lorca, a Martí, a quienes considera sus fuentes principales de inspiración. Además, se apoya en personalidades que son imprescindibles en la cultura cubana. Al respecto nos explica que lo principal no es pedir el apoyo, sino que me lo hayan dado. “Hemos tenido la dicha de contar con la Orquesta Sinfónica Nacional en espectáculos que hemos hecho en conjunto, con la actriz Corina Mestre, todos los consejos que me ha dado la propia Alicia Alonso… Realmente ha sido un honor que hayan confiado en una Compañía tan joven, en un proyecto novedoso e inexperto. Por eso estoy muy honrada y muy agradecida a todas esas personas que han estado ahí, principalmente a Eusebio Leal, a quien siempre aprovecho para agradecer, porque en primer lugar fue el motor impulsor. Me dio el impulso para que fundara este proyecto y que siguiera con mi carrera en solitario, y con el paso del tiempo ha seguido dándome ideas, recomendaciones”.
Mas, la Compañía Irene Rodríguez se nutre de esas personas, pero también quiere comenzar a sembrar sus frutos y a expandir lo aprendido; por eso desde hace dos años organizan los talleres de verano para niños y jóvenes como parte del proyecto Rutas y Andares. Van ahora en busca de las nuevas generaciones para compartir y transmitir lo que han aprendido. “Ya las matrículas para los talleres de flamenco que se realizan en el Centro Hispanoamericano de Cultura están colmadas. Al inicio eran 130 y paramos en 300 y es un gran reto”, precisa.
Mas en septiembre comienza otra tarea dura para la Compañía, pues comenzará su propia escuela de formación profesional. Sobre esta nueva iniciativa, Irene Rodríguez nos comenta que tiene una matrícula de 50 estudiantes y en ella van a recibir ballet, estilización de las danzas españolas, música, flamenco, escuela bolera, castañuelas, danza contemporánea y se harán exámenes eliminatorios, pues el objetivo final de estos muchachos es integrar la Compañía Irene Rodríguez. “Va a ser duro, muy duro el trabajo, pero tengo mucha confianza en las nuevas generaciones y principalmente en el talento que pude apreciar que tenían estos jóvenes durante la audición. Los profesores seremos los mismos integrantes de la Compañía y la sede inicial será la Escuela Nacional de Ballet, las clases serán diarias de 5 a 8 de la noche”. Para ella fue una sorpresa el poder que tuvo esta convocatoria a la que se presentaron más de 300 muchachas y muchachos a las audiciones. “El rango de edad era entre 14 y 18 años y vinieron jóvenes de Artemisa, Guantánamo, Camagüey, Pinar del Río, Matanzas, Mayabeque… Es increíble darse cuenta el talento que existe más allá de La Habana y, por supuesto, todo aquel que tenía condiciones y pasó todos los exámenes que se le hicieron fue aceptado. Espero que se mantenga la mayor cantidad posible pues estamos buscando calidad”, explica.
Con un poco más de dos años de creada, la Compañía Irene Rodríguez comienza a pensar en grande, como siempre lo ha hecho su directora. Ella continúa entregada en cuerpo y alma a este proyecto que es un sueño, en el que cada vez se involucran más personas y al que se la augura un futuro prometedor.