Tomado del sitio web Habana Radio
Por: Maydelis Gómez Samón
Foto: Alexis Rodríguez
Entrar al Teatro Martí, es ya un espectáculo. Este escenario se roba los aplausos sin que la función inicie. Sentarse en una de sus butacas, no importa si de platea o del segundo balcón, es un privilegio. Tantos años cerrado y ahora al fin abierto hacen que este coliseo de las cien puertas tome un halo mágico. El mármol perfecto de los pisos, el olor a madera, la iluminación tenue y acogedora, el techo angelical y hermoso, y esa lámpara de belleza indescriptible que se eleva cuando suenan las tres campanadas… hacen que el espectador se vuelva más exigente con el espectáculo que va a apreciar. Y es que después de esa previa y de esos minutos sentados esperando que las cortinas se abran, el Teatro Martí se ha robado nuestra atención. Toca entonces a los artistas dar lo mejor de sí y hacer honor a las maravillas del escenario donde se encuentran.
El reto es difícil. Para suerte de quien escribe, las cuatro veces que he asistido he podido disfrutar de funciones hechas con el corazón. La más reciente fue este fin de semana con la Compañía Irene Rodríguez y su espectáculo “El alma trémula y sola…” “El mejor homenaje que podíamos hacer era danzar el poema «La bailarina española» de José Martí, precisamente cuando nuestra compañía debutase en este precioso teatro que lleva el nombre del Apóstol”, dice a Habana Radio la bailarina Irene Rodríguez.
Por eso la pieza que inaugura esta función de variado repertorio fue este conocido poema, declamado por la actriz Corina Mestre e interpretado por la propia Irene. “Ha nacido de una inspiración y un sentimiento muy profundo como un homenaje a Charito Otero, quien fuera la bailarina española en la cual Martí se inspirara”, comenta.
No es la primera vez que Irene Rodríguez trabaja con la actriz Corina Mestre, a quien considera que es “una cátedra de la declamación”, pero cree que en esta ocasión “fue algo muy especial porque este emblemático teatro tiene una magia que envuelve a todos”.
Después de ver a la bailarina española soberbia, pálida y divina, el público pudo sentir la fuerza, el ritmo y la energía del “Secreto” (Zapateo), una coreografía de Irene Rodríguez, interpretada por ella, solistas y el cuerpo de baile. La tercera obra del programa fue la coreografía “Zambra” de María Juncal; la pasión demostrada por los bailarines-amantes y el dulce acompañamiento musical del chelo en esta pieza crearon un ambiente placentero colmado de sensualidad.
Los hombres de la Compañía destacaron las dos noches de función con las obras “Nostalgias” y “Bulerías” (fragmento de la obra “Emigrantes”). Estas piezas se robaron los aplausos del público junto con la “Farruca escarlata” y la “Solera (Soleá por Bulerías)”; esta última mostrando el virtuosismo de Irene Rodríguez, su intensidad y ritmo en escena, dejando la piel, los tacones y la vida sobre el escenario, demostrando que vive para la danza.
Mención aparte para “Habanera”, otro fragmento de la obra “Emigrantes” que, quizás sea la apreciación de esta emigrante, nunca deja de inspirarme y sorprenderme. La zalamería y gracia de Irene, cada movimiento bien concebido y justificado… Siempre que lo veo no puedo dejar de pensar en el ballet “Carmen”. Esta obra sigue siendo una de las más virtuosas y logradas del repertorio con que cuenta la joven compañía fundada a inicios de 2012.
A teatro lleno y con el aplauso de un público que reconoce la calidad de esta agrupación concluyeron sus primeras funciones en el Teatro Martí, que estamos seguros no serán las últimas. Porque aún resuenan en el escenario y en el alma de todos lo que asistimos esa entrega de Irene y su grupo en el escenario. El Apóstol habría escrito otros versos más hermosos de los que le inspiró un día Charito Otero. Esta vez no una gallega, sino una cubana, también divina que repica con los tacones, como si la tabla fuera tablado de corazones.