Tomado de Habana Patrimonial
Por Teresa de Jesús Torres Espinosa
4 de Julio de 2014
Al atracar en la rada habanera las embarcaciones realizarán el saludo con el intercambio de salvas. Por la parte japonesa, desde el buque Kashima; y por la parte cubana, desde la fortaleza de San Carlos de la Cabaña.
Durante su estancia en la capital cubana, los marinos colocarán ofrendas florales y realizarán una visita ante la estatua del samurái Hasekura Tsunenaga, en la Avenida del Puerto, entre otras acciones culturales.
Los buques Setoyuki y Asagiri se abrirán al público el domingo 6 de julio, desde las 9:00 a.m. hasta las 11:00 a.m., y de 2:00 p.m. a 4:00 p.m. También en la tarde de ese día la banda de la flota nipona ofrecerá un concierto en la Plaza de San Francisco de Asís. Las naves japonesas serán engalanadas con decoración electrónica en las noches del fin de semana.
En el presente año los dos países han desarrollado un amplio programa para evocar la llegada a Cuba del samurái Hasekura Tsunenaga, primer japonés en pisar tierra cubana, hace cuatro siglos.
Tsunenaga desembarcó en San Cristóbal de La Habana en julio de mil seiscientos catorce. Venía ataviado con sandalias, kimono y otras exóticas vestimentas, y acompañado de varios frailes franciscanos,
El japonés visitó Cuba en escala de una misión diplomática, para establecer lazos comerciales entre el país asiático y el Nuevo Mundo, y promover la entrada a Japón de misioneros que propagaran la fe cristiana.
Por orden del señor feudal de Sendai, Masumune, el samurái había partido de Japón a bordo del velero San Juan Bautista, y llegó a la capital cubana procedente de Veracruz, México. Durante su viaje de varios años, hizo estancia, además, en España y Roma y obtuvo audiencias con el rey Felipe tercero y el sumo Pontífice Paolo quinto.
Se afirma que el Papa le confirió honores, lo hospedó tres meses y le concedió el título de Patricio romano. Hasekura se cristianizó, lo que le trajo no pocos contratiempos en su vida, pues la religión cristiana estaba condenada en su país.
Después de un viaje de más de siete años, el samurái regresó a Japón sin los resultados esperados. Sus últimos días los pasó marginado, hasta que murió el siete de agosto de mil seiscientos veintidós.
Casi nada se conoce sobre su estancia en Cuba. Las escasas referencias de su visita a la antigua urbe aparecen en los Archivos de Indias, el museo de Sendai y la Biblioteca del Vaticano.
Se afirma que Tsunenaga escribió un diario. Sin embargo, el texto no ha llegado hasta nosotros. Mas, hay quienes refieren que en el siglo diecinueve algunas personas lo leyeron y quedaron asombrados por su minuciosidad descriptiva.
El veintiséis de abril de dos mil uno se inauguró, a la entrada de la bahía habanera, un monumento consagrado a Hasekura Tsunenaga. Moldeado por el artista MizukoTsuchiya, está rodeado de un jardín al estilo japonés y es resultado de la colaboración cubana con la Escuela Sendai IkueiGakuen.
Ante los caminantes de Cuba y de otras geografías, Hasekura Tsunenaga se muestra en pose ceremoniosa, con el brazo extendido y ornamentos propios de un caballero medieval nipón, incluidas sus armas tradicionales. En el monolito, dos saetas indican la dirección y la distancia existentes desde la capital cubana a Japón y a Roma.