Por Claudia Taboada, especialista de Factoría Habana
Bajo la coordinación del equipo de especialistas de Factoría Habana se desarrolló este jueves 26 de junio, en la Sala de Conferencias de la Casa Víctor Hugo, el habitual espacio de Encuentros, que organiza la crítica de arte e investigadora cubana Magaly Espinosa. La pintura cubana actual y sus principales derroteros fue el tema que convocó a los artistas José A. Toirac, Alejandro Campins, Yornel Martínez y Niels Reyes, así como al crítico y curador de arte Gerardo Mosquera.
Entre los aspectos tratados por los panelistas sobresalió la ineficacia de la crítica ante en ciertas incomprensiones de los nuevos derroteros pictóricos, valorados en ocasiones como“arte” y no como “un arte”, es decir, como una manifestación autónoma. Se abordaron los principales cambios e influencias que ha tenido la pintura cubana, desde la dialéctica de lo local y lo universal, como objeto tangencial de una cultura globalizada. Señalaron la saturación de imágenes e información in cloud invasiva, la instantaneidad de la comunicación, los conflictos que supone para “el no desarrollado”, y las implicaciones de tipo culturales que trae aparejado el confluir de las desarticulaciones y fragmentaciones de identidades.
Se refirieron también al valor de la forma como vehículo del arte contemporáneo, que se entremezcla constantemente con una pluralidad de tradiciones, correspondiente a su vez con la propia amalgama del estilo de vida actual. De algún modo se ofreció respuesta a la agudeza con que se ha cuestionado la pintura reciente –llamada Nueva Pintura-, tildada de extranjerizante, y que ahora pudiera ser mejor explicada si se tiene en cuenta lo fáctico en su creación. Mosquera apuntó la existencia una penetración de la fotografía en la pintura en cuanto a la manera de sentir y vivir la imagen instantánea. Esta idea refleja el síntoma del control visual del mundo a través de la digitalización y de su constante reproducción. De modo que si la pintura realizada en los ochenta y noventa era empleada más como un medio, la de ahora vuelve a la tradición, es decir, se autorreferencia y se concibe como fin en sí misma.
Los debates del público estuvieron dirigidos a la problematización de esta reciente forma de hacer pintura y las razones aún no definidas con las que se pudiera legitimar como una nueva etapa de la pintura en Cuba. Todavía queda pendiente por parte de la crítica una mayor sistematización de estas impresiones que, evidentemente, sino han marcado ya la diferencia al menos preocupan a muchos estudiosos del arte. ¿Acaso la imprecisión para determinar un giro en la sintaxis de la pintura en Cuba pudiera deberse a una incomprensión del contexto en tanto sistema inherente a ella, o es que aun las aprehensiones críticas no han hecho de estas relaciones constructosteóricos que la validen como tal? Quizás lo importante es que el acto de pintar continúe fructificando y que no se limite a los marcos… ni siquiera al lienzo, que defienda una postura, que pinte sin taxonomías. Confiemos pues en el tiempo.