Por Dariana R. Barral
Si de algo puede jactarse el Festival de Danza Callejera es de lograr la armonía en sus presentaciones, aun cuando conviven en un mismo espacio diferentes propuestas danzarias. Como cada año la Casa de México fue invadida a las seis de la tarde para iniciar las acostumbradas puestas en escena.
Bailaron con la certeza de que se robarían los aplausos del público. Bailaron como si estuviesen en casa. Los suecos Johanna y Lucas abrieron este primer día de espectáculo en la Casa para cautivar, desde el primer paso, a los participantes. Sensualidad, fuerza y dinamismo condujo la presentación. Girar el rostro no estaba permitido, excepto cuando de Andreia Evangelista se trató. La joven coreógrafa dejó con “Trilha”, un rastro del territorio brasileño. Nos condujo por variados ritmos regionales, muestras de la diversidad cultural de este país. La Andariega camagüeyana y su “Marguerite” nos hicieron testigo del naciente trabajo de bailarines en el centro del país, mientras la Compañía Musicaribe de la ciudad de Matanzas, marcó el cambio de ritmo coreográfico de la tarde.
No había mejor manera de concluir este primer día de presentaciones en la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez que no fuese con la “Improvisación” de la Compañía Rethalos Ululantes. La creación, desencadenada por la combinación de la espontaneidad y el intercambio, produjo un efecto dominó en el público. Pocos se resistieron a la invitación de los dos bailarines de unirse al escenario. Zamba, salsa, son, fueron disfrutadas al unísono. Fue este un espacio donde se sintió la esencia del Festival, la oportunidad de vivir las experiencias artísticas y lenguajes de otras culturas, teniendo a la danza como punto de encuentro.